sábado, 21 de noviembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 3 - 20 de abril , jueves ( 17 )

A proa y popa  descansaban dos piedras negras , planas , perforadas en sus extremos  , que hacían las veces de anclas  . Al principio no reparé en ello . Pero , conforme nos adentrábamos en el yan , me llamó la atención un diminuto  mascarón , claveteado a la proa  . Representaba la figura de una mujer - pez , con las manos sobre la cabeza y coloreada en un granate chillón . Más tarde , los galileos  me explicarían  que se trataba de la diosa  Atargatis  , adorada en Ascalón y en la costa fenicia  , cuya presencia  en la embarcación garantizaba  una segura protección contra los vientos del este - súbitos y traidores  - y la posibilidad de una excelente pesca . ( Una de estas estatuillas  sería descubierta  por el investigador  McLister en las escavaciones arqueológicas del tell Zakaria , en Eretz Israel . )
Luego lo supe . Aquella primera fase de la operación de pesca  era una de las más delicadas . Se necesitaban unos remeros experimentados , capaces de impulsar la lancha con un mínimo de ruido . Nadie hablaba  . La embarcación fue alejándose  , perpendicular a la costa  , siempre unida  a tierra  por el largo cabo amarrado a uno de los extremos  de la red . Desde la orilla , el resto del grupo seguía inmóvil y expectante  las maniobras de la tripulación . A cosa de 40 o 50 metros del litoral . Pedro , permanentemente atento a la superficie del lago , levantó su mano izquierda . Los remeros dejaron de bogar y las miradas buscaron el punto que atraía la atención del guía . El silencio , apenas roto por el leve chorrear de las palas y los lejanos chillidos de las gaviotas , me impresionó . Yo también escudriñé la superficie del yam , pero francamente no vi nada especial o extraordinario . Diez segundos después  , con un seco palmetazo en la borda de babor , Pedro ordenó un giro . Muy  despacio , Andrés y Juan , sentados en dicha banda , hundieron las palas en el agua mientras sus compañeros de estribor hacían lo propio , bogando con firmeza . Rematada la ciaboga la lancha se situó paralela a la costa y los cuatro prosiguieron el lento y silencioso avance . Así continiamos  durante un trecho , con la única  compañía  del lastimero crujido de los estrobos  y alguna que otra desancompasada  respiración . Al alcanzar el lugar deseado , el sais  levantó su mano por segunda vez . Y los remeros repitieron el alzado de las palas  . La embarcación quedó a la deriva  , mecida suavemente  . Simón se puso en pie  , con los ojos clabados  en la superficie que se extendía entre
 nosotros y la orilla .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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