Casi siempre se trataba de animales - bueyes , terneras o caballos - o de abultadas redes de cuerda repletas de tinajas , barriles y ollas . Muchas de aquellas mercancías - tanto si llegaban por tierra como por el Kennereth - Psaban directamente a los almacenes de piedra , que en un número de quince o veinte se levantaban frente al muelle , cerrado así el flanco sur de la ciudad . En el interior se escuchaba un anárquico martilleo . Eran los encargados de acondicionar y asegurar los embalajes . Las piezas más frágiles - cerámica , vidrio , y ánforas con vino , aceite o garum procedentes de las costas de España e Italia - pasaban a cajones de las más variadas dimensiones , meticulosamente enterradas en arena o protegidas y separadas entre si por la hierba y paja seca . Los operarios , con abanicos de clavos entre los labios , iban cerrando los arcones , apilándolos junto a los muros de piedra . De vez en cuando , cuadrillas de porteadores entraban en los pabellones , retirando las cajas o acumulando nuevos fardos entre los ya existentes . En algunos de aquellos depósitos habían sido dispuestas pilas de piedra , enlucidas con mortero , que contenían grandes cantidades de sal - originaria de las salinas del mar Muerto - y de nieve . Esta última , por lo que pude observar en este segundo y en el tercer << saltos >> , llegaba a Nahum , Migdal , Tiberíades y otras poblaciones del lago , a lomos de mulos que descendían a diario desde las cumbres del Hermón , siguiendo las márgenes del alto Jordán . Lo costoso del transporte - las reatas más rápidas empleaban entre ocho y diez horas hasta Kefar Nahum - y lo preciado y perecedero del producto lo habían convertido en un artículo de lujo , asequible tan sólo a las familias adineradas o a losm pícaros del lugar , en especial a los taberneros , que , a cambio de generosos pellejos de vino , lograban arrancar de las pilas alguna que otra palada . Para su mejor conservación , la nieve era transportada y almacenada sobre capas de helechos frescos . Pero aquellos salones servían también de cobijo a muchos de los esclavos y am-ha-arez empleados en el puerto . Al anochecer , concluidas las faenas , se les podía ver dormitando sobre las redes o sentados entre las mercancías , míseramente iluminados por candiles de aceite y devorando un pan moreno al que , con suerte , acompañaba un puñado de habas crudas o algún que oro pescado.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Autor : J.J.Benitez
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Antonio Martinez
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