La marcha a Saidan , en esta ocasión , resultó más entretenidas . Hasta el puente sobre el Jordán tuve oportunudad de cruzarme con varias caravanas que bajaban por la ruta de Sidón , con destino a los puertos y núcleos comerciales de Nagum , Migdal , y Tiberíades . Desde la línea fronteriza situada en el puente , en cambio , mi camino fue prácticamente en solitario . Poco antes de rebasar los mojones divisorios del territorio de Filipo , aquel viento del oeste se precipitó de nuevo sobre el lago , cimbreando las copas de los álamos y arrancando interminables susurros a sus hojas verdiblancas .
Podo después de la hora sexta - esta vez por el portalón principal que se habría al pie del sendero que atravesaba la aldea - me presentaba en el gran patio del caserón de los Zebedeo . Los once , sentados en torno a un brasero cuadrangular en el que borboteaba un caldero de leche , conversaban animadamente . Por espacio de unos segundos me quedé quieto , con la << vara de Moisés >> firmemente plantada sobre el adoquinado del piso . La vista de los íntimos me llenó de emoción . Un humo blanco , empujado por el viento de poniente , huía del fondo del hogar , difuminando los cuerpos de los discípulos situados a mi derecha . Evidentemente no se habían percatado de mi llegada . Pero , de pronto se hizo el silencio . Los que se sentaban frente a mí alertaron al resto y los cuatro o cinco que me daban la espalda giraron sus cabezas , clavando las miradas en el recien llegado . Y << algo >> extraño planeó sobre aquellos corazones , endureciendo sus semblantes . Fue una ojeada altamente significativa : mezcla de miedo , curiosidad y recelo . En aquel instante supe que las revelaciones hechas por Juan Marcos - aunque no lo confesaran - habían sembrado las dudas en el crédulo y supersticioso grupo . Tenía que actuar . La misión podía empañarse si no borraba , de raiz , la falsa idea de un << Jasón ángel >> , poco menos que emparentado con la Divinidad .
La tensa escena alcanzó su punto álgido cuando , de improviso , por la puerta que conducía al hogar de Zebedeo padre , apareció el benjamín . Portaba una vasija de barro , con pescado fresco , y , al descubrir mi presencia , sus ojos se abrieron espantados
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Podo después de la hora sexta - esta vez por el portalón principal que se habría al pie del sendero que atravesaba la aldea - me presentaba en el gran patio del caserón de los Zebedeo . Los once , sentados en torno a un brasero cuadrangular en el que borboteaba un caldero de leche , conversaban animadamente . Por espacio de unos segundos me quedé quieto , con la << vara de Moisés >> firmemente plantada sobre el adoquinado del piso . La vista de los íntimos me llenó de emoción . Un humo blanco , empujado por el viento de poniente , huía del fondo del hogar , difuminando los cuerpos de los discípulos situados a mi derecha . Evidentemente no se habían percatado de mi llegada . Pero , de pronto se hizo el silencio . Los que se sentaban frente a mí alertaron al resto y los cuatro o cinco que me daban la espalda giraron sus cabezas , clavando las miradas en el recien llegado . Y << algo >> extraño planeó sobre aquellos corazones , endureciendo sus semblantes . Fue una ojeada altamente significativa : mezcla de miedo , curiosidad y recelo . En aquel instante supe que las revelaciones hechas por Juan Marcos - aunque no lo confesaran - habían sembrado las dudas en el crédulo y supersticioso grupo . Tenía que actuar . La misión podía empañarse si no borraba , de raiz , la falsa idea de un << Jasón ángel >> , poco menos que emparentado con la Divinidad .
La tensa escena alcanzó su punto álgido cuando , de improviso , por la puerta que conducía al hogar de Zebedeo padre , apareció el benjamín . Portaba una vasija de barro , con pescado fresco , y , al descubrir mi presencia , sus ojos se abrieron espantados
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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