Recibía el nombre de jerem y tenía la forma de un rectángulo , trenzado a base de fuertes hilos de lino embreados , más ancho en su zona central ( entre 5 y 6 m ) que en los extremos ( alrededor de 2,5 m ) . Las bandas más largas se hallaban cosidas a sendas cuerdas . Una ( que en el agua quedaba en la superficie ) aparecía provista de decenas de corchos y maderas . La otra presentaba un número parecido de piedras y plomos agujereados que , obviamente , servían de lastre . Dos varas de madera en los extremos de la red favorecían la verticalidad de la misma , una vez sumergida en el yam . De cada una de las puntas de las varas partían sendos cabos que confluían en un grueso nudo del que arrancaban otras tantas cuerdas , de unos 70 a 100 metros de longitud , respectivamente .
Pedro , entre tanto , embarcado en la lancha más grande manipulaba los remos . De vez en cuando lo veía avanzar hacia proa y , con las manos a manera de visera , parecía buscar algo en el horizonte . El viento había cesado y la superficie del lago , azul y dormida , solo era importunada por lejanos y esporádicos chapoteos de las aves que planeaban o caían en picado , atrapando su almuerzo .
Doblado y reducido a la minima expresión , el jerem fue transportado a la popa de la lancha y uno de los largos cabos , meticulosamente enrollado por Simón Pedro en el fondo del barco . la segunda cuerda quedó en la costa , al cuidado de Felipe . Andrés y Juan , con las << bolas >> de arena y pescado macerado , se adentraron decididos en las aguas , depositando los cubos en la proa de la embarcación . Santiago se apresuró a seguirlos y Tomás , el quinto tripulante , dirigiéndose a la piedra de amarre , soltó el cabo , esperando a que sus compañeros subieran a bordo . De improviso , señalando hacia mí , Juan intercambió unas frases con los sais . Pedro se encogió de hombros y el más joven de los Zebedeo, retornando a la orilla , me invitó a acompañarlos . Fue una oportunidad que , naturalmente , no desaproveché . El sol corría aún a 45 grados del poniente y , en consecuencia , no era previsible que ocurriera nada << anormal >> Tentado estuve de anudar las sandalias al ceñidor . Pero , consciente de que aquel gesto de desconfianza podría molestar a los más suspicaces , opté por depositarlas . al igual que la << vara >> , junto al montón de ropas y zapatillas .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Pedro , entre tanto , embarcado en la lancha más grande manipulaba los remos . De vez en cuando lo veía avanzar hacia proa y , con las manos a manera de visera , parecía buscar algo en el horizonte . El viento había cesado y la superficie del lago , azul y dormida , solo era importunada por lejanos y esporádicos chapoteos de las aves que planeaban o caían en picado , atrapando su almuerzo .
Doblado y reducido a la minima expresión , el jerem fue transportado a la popa de la lancha y uno de los largos cabos , meticulosamente enrollado por Simón Pedro en el fondo del barco . la segunda cuerda quedó en la costa , al cuidado de Felipe . Andrés y Juan , con las << bolas >> de arena y pescado macerado , se adentraron decididos en las aguas , depositando los cubos en la proa de la embarcación . Santiago se apresuró a seguirlos y Tomás , el quinto tripulante , dirigiéndose a la piedra de amarre , soltó el cabo , esperando a que sus compañeros subieran a bordo . De improviso , señalando hacia mí , Juan intercambió unas frases con los sais . Pedro se encogió de hombros y el más joven de los Zebedeo, retornando a la orilla , me invitó a acompañarlos . Fue una oportunidad que , naturalmente , no desaproveché . El sol corría aún a 45 grados del poniente y , en consecuencia , no era previsible que ocurriera nada << anormal >> Tentado estuve de anudar las sandalias al ceñidor . Pero , consciente de que aquel gesto de desconfianza podría molestar a los más suspicaces , opté por depositarlas . al igual que la << vara >> , junto al montón de ropas y zapatillas .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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