domingo, 22 de noviembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 3 - 20 de abril , jueves ( 22 )

La longitud total del aparejo no rebasaba  los 32 o 35 metros  . Al contrario de lo que ocurría  con el jerem  , el ambatan no tenía por qué  tocar el fondo del lago  . Se lanzaba también desde la popa  opor cualquiera de las bandas , formando en el agua  una especie de U . En general , los pescadores  elegían zonas ppóximas  a la costa , asustando al pescado de mil formas : golpeando el agua con los remos  , con las manos o con ramas , haciendo arder bencina en la superficie  , con la ayuda de perros especialmente adiestrados  o , desde la costa , arrastrando cadenas  . Los peces , asustados , huían del lugar  donde fondeaban o navegaban las embarcaciones  , precipitándose  hacia la triple red . Atravesaban la primera malla  , chocando de inmediato con la segunda  - mucho más tupida -, que era arrastrada hacia la tercera  . Al retroceder , el banco quedaba preso en el gran << saco >> . La res experimentaba  entonces un << estremecimiento >> , que hacía  rechinar los dientes  de los habitantes de la costa  . Los corchos  se hundían y las cuadrillas se apresuraban a levantar el ambatan , vaciando el botín en el fondo de las lanchas  . En una noche  , el << panzudo >> podía ser lanzado  y recogido de diez a veinte veces  , con un promedio de captura que oscilaba entre los 50 y 100 kilos .
El yam no tardó en teñirse de rojo . En las poblaciones costeras fueron encendiéndose las primeras lucernas y nuestros amigos  , rumbo a la desembocadura  del Jordán , se difuminaron en las sombras del anochecer . De no haber sido por las antorchas amarradas a proa y popa de cada una de las barcas , ni Juan Marcos ni yo hubiéramos sido capaces  de localizarlos  en la oscura noche que se avecinaba . Una noche y un amanecer difíciles de olvidar .
Fueron unos minutos deliciosos . En paz . Durante largo rato , ni el benjamín ni yo intercambiamos una sola palabra . Sencillamente , disfrutamos  del momento . Los últimos  remendadores terminaron de colgar las redes sobre altas estacas y , sin prisas , desparecieron hacia las amarillentas luces que parpadeaban en los patios  y ventanucos de la aldea . Rezagadas tropas de gaviotas aleteaban con urgencia  hacia el oeste  , a la búsqueda  de los acantilados  de Tiberíades . Y el crepúsculo , sin rodeos  ni preámbulos  pasó del malva  a un azul taciturno . Fue una señal . En plana  luna nueva  , el firmamento se precipitó sobre el lago , Cargado de estrellas  y constelaciones . Jamás logré acostumbrarme a la serena majestad de aquellos cielos  . Unos cielos que , precisamente con su blanca quietud , parecián presagiar << algo >>...

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