martes, 17 de noviembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 3 - 19 de abril , miercoles ( 43 )

El fuerte analgésico no tardaría en surtir efecto . Así que , de mutuo acuedo , Assi y yo recomendamos a los hijos del Zebedeo que le permitieran reposar , administrándole dos nuevas dosis de aceite caliente durante la primera vigilia de la noche y al alba . La tercera correría de mi cuenta , en esa misma mañana del jueves . Santiago , algo más reconfortado por mis palabras de aliento , que restaron gravedad al lance , se opuso a que me marchara . Juan , en uno de sus infantiles arranques  , ante mi firme negativa a pernoctar en saidan , se precipitó hacia la puerta , apoderándose de mis sandalias y huyendo con la loable y sana intención de que , forzado por tal circunstancia , declinara  en mis pretensiones de partir hacia Nahum . Me asusté . Aunque resultaba improbable  que llegara a descubrir los ocultos microsistemas electrónicos , sí cabía la posibilidad y el grave riesgo de que - en uno de aquellos arrebatos - las destruyera o , simplemente , las escondiera , perjudicando así los planes de la operación . Assi y Santiago rieron la ocurrencia , anunciándome divertidos << que ahora si estaba perdido >> . Salí tras él , justo a tiempo para ver cómo cruzaba  la puerta de acceso al corral . Juan no se detuvo y , de un salto , se lanzó escaleras abajo , en dirección a la playa . En mitad de los empinados peldaños frenó e , indeciso , como si buscara un escondrijo para el calzado , echó una rápida mirada a las barcas varadas entre las redes . Le gritén para que cesara en aquel incómodo juego , pero , levantando las sandalias por encima de su cabeza , me desafió a que le diera alcance . Ágil como un gato , renunció a los últomos escalones  , saltando limpiamente sobre la costa . Maldiciendo mi mala estrella , corrí tras el alocado Zebedeo , hiriéndome los pies contra los guijarros . La persecución , en la que naturalmente yo llevaba la peor parte , se prolongó , playa arriba , hasta casi un kilómetro de Saidan . Agotado , cuando estaba a punto de claudicar , Juan se paró en seco . Le vi soltar las sandalias y , de espaldas , comenzó a retroceder con pasos inseguros y vacilantes . Frente a él se abría la gran colonia de tortugas de los pantanos . Me extrañó que no siguiera adelante . Aquellos quelonios eran tan torpes como inonfesivos  . Al darle alcance  , demudado , incapaz de articular palabra  , señaló hacia la negruzca  grava de la costa .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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