Reanudé la marcha , pero a los pocos minutos volví a detenerme . Una ancha franja de la costa aparecía invadida por centenares de pequeñas tortugas de corazas derdiamarillentas , inmóviles al sol o renqueando perezosas entre los guijarros y cantos rodados . Eran quelonios de los pantanos , excelentes nadadores , parecidos a sus hermanos de tierra , aunque algo más ligeros . Desde aquel instante , tanto en mi memoria como en el banco de datos de << Santa Claus >> , el lugar quedaría registrado bajo la denominación de << playa de las tortugas >>.
Mientras contemplaba a los simpáticos inquilinos de aquella zona del Kennereth , el viento cesó . Y lo hizo tan brusca y repentinamente como había entrado . Poco a poco iría acostumbrandome a este fenómeno , tan frecuente en el lago durante los meses de la primavera y verano . Nuestras observaciones posteriores confirmarían la enorme trascendencia de dicho viento del oeste que , puntual , día tras día , soplaba desde mediodía hasta las primeras horas de la tarde , levantando unas olas de regular tamaño , vitales , como digo , para la vega de Saidan . Sistemáticamente , durante siglos , aquel oleaje venía arrancando del fondo las caracolas , conchas y granos de basalto negro que arrastran los ríos , formando en la orilla un ancho talud que actuaba como muro de protección de dicha vega . Esto explicaba , en parte , la formación de las lagunas y pantanos que acababa de atravesar , cuyo nivel se hallaba ligeramente más alto que el del Kennereth .
A un par de centenar de metros de los sauces que abovedaban el camino , me detuve por tercera vez . Allí encontré los primeros vestigios de la principal fuente de riqueza de la villa : la pesca . Entre algunas lanchas varadas , largos paños de redes descansaban sobre el pedregoso terreno . Sentados al socaire de las embarcaciones , unos individuos con las cabezas cubiertas por turbantes y sombreros de pja se afanaban silenciosos en el remiendo de las mallas . Convencido de que me habían visto mucho antes que yo a ellos , decidí probar fortuna . Abandoné la senda y , sin prisas , me dirigí al más próximo . El pescador , como la casi totalidad de los vecinos de Saidan , sólo hablaba arameo . Al preguntarle por el hogar de los Zebeseos , sin dejar de manipular una ancha aguja de madera de doble punta , levantó los ojos y , tras unos segundos de atenta e inquisidora observación de mi atuendo y de la canasta que había depositado sobre los guijarros , respondió con un lacónico<< en la playa , frente a la quinta piedra >> . Y bajando el rostro , sencillamente , me ignoró . Su habilidad en el cosido del arte era asombrosa . El dedo grueso de su pie izquierdo mantenía la red enganchada y tensa , mientras , con la siniestra , iba remendando los desgarros , anudándolos con un recio hilo de algodón entintado.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio martinez
Mientras contemplaba a los simpáticos inquilinos de aquella zona del Kennereth , el viento cesó . Y lo hizo tan brusca y repentinamente como había entrado . Poco a poco iría acostumbrandome a este fenómeno , tan frecuente en el lago durante los meses de la primavera y verano . Nuestras observaciones posteriores confirmarían la enorme trascendencia de dicho viento del oeste que , puntual , día tras día , soplaba desde mediodía hasta las primeras horas de la tarde , levantando unas olas de regular tamaño , vitales , como digo , para la vega de Saidan . Sistemáticamente , durante siglos , aquel oleaje venía arrancando del fondo las caracolas , conchas y granos de basalto negro que arrastran los ríos , formando en la orilla un ancho talud que actuaba como muro de protección de dicha vega . Esto explicaba , en parte , la formación de las lagunas y pantanos que acababa de atravesar , cuyo nivel se hallaba ligeramente más alto que el del Kennereth .
A un par de centenar de metros de los sauces que abovedaban el camino , me detuve por tercera vez . Allí encontré los primeros vestigios de la principal fuente de riqueza de la villa : la pesca . Entre algunas lanchas varadas , largos paños de redes descansaban sobre el pedregoso terreno . Sentados al socaire de las embarcaciones , unos individuos con las cabezas cubiertas por turbantes y sombreros de pja se afanaban silenciosos en el remiendo de las mallas . Convencido de que me habían visto mucho antes que yo a ellos , decidí probar fortuna . Abandoné la senda y , sin prisas , me dirigí al más próximo . El pescador , como la casi totalidad de los vecinos de Saidan , sólo hablaba arameo . Al preguntarle por el hogar de los Zebeseos , sin dejar de manipular una ancha aguja de madera de doble punta , levantó los ojos y , tras unos segundos de atenta e inquisidora observación de mi atuendo y de la canasta que había depositado sobre los guijarros , respondió con un lacónico<< en la playa , frente a la quinta piedra >> . Y bajando el rostro , sencillamente , me ignoró . Su habilidad en el cosido del arte era asombrosa . El dedo grueso de su pie izquierdo mantenía la red enganchada y tensa , mientras , con la siniestra , iba remendando los desgarros , anudándolos con un recio hilo de algodón entintado.
Autor : J.J.benitez
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