lunes, 23 de noviembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 3 - 20 de abril, jueves ( 28 )

¿ A qué discípulo se refería Jesús ? Sin poder evitarlo recordé al desafortunado Judas . ¿ O se trataba de otro ? En el fondo , nis indagaciones sobre el carácter y las familias de los llamados << íntimos >> estaban por empezar . Juan Marcos no supo aclarármelo . El resto de aquel miércoles - según el benjamín - fue de lo más apacible  . El rabí de Galilea  siguió hablándole  de la vida familiar , explicándole algo que los psicólogos conocen bien : << La vida futura de un niño será fácil o difícil , feliz o infeliz , de acuerdo con lo que te haya tocado vivir  en su hogar a lo largo de esos cruciales  primeros años de su existencia >>. Aunque  no he tenido hijos , intuyo que  el Maestro llevaba razón y que sus apreciaciones son tan válidas entonces como ahora . En << nuestro mundo >> , a pesar de sus comodidades  y de la mayor información de los padres en general , los hogares  dejan mucho que desear . Salvo excepciones  , el amor se agosta bajo el peso del egoísmo , de las prisas y de una civilización ( ? ) que no puede , no sabe  o no desea  valorar la belleza y la trascendencia  de los niños . Ciertamente , las familias disfrutan hoy de una libertad como jamás la hubo . Esa libertad , sin embargo , no obedece ni está generada  por el amor . No la motiva la lealtad ni la dirige la inteligente disciplina de la sabiduría .
<< Mientras los padres sigan enseñando a rezar el " padrenuestro " - le aseguró Cristo  a su joven  acompañante -, sobre ellos caerá la tremenda responsabilidad de ordenar sus hogares  de forma  que esa palabra ( padre ) encierre y signifique  un auténtico valor en las mentes y en los corazones de sus hijos . >>
De pronto , Juan Marcos enmudeció . Una verdosa  estela rasgó el firmamento . Detrás , una segunda << virgílida >> , más voluminosa  , irrumpió por encima  de lam brillante Spica , descendiendo vertiginosa entre la negrura . La espectacular lluvia de meteoros  se prolongaría  durante casi cinco horas . Y el muchacho , perplejo primero y atemorizado después ante la precisión de << mi vaticinio >> , terminó por agarrarse a mi brazo ,  temblando ante la posibilidad de que << alguno de aquellos demonios  se abatiera sobre nosotros >>. Traté de convencerle  de que no existía peligro alguno y de que << tales demonios >> sólo eran piedras incendiadas.
- ¿ Piedras que arden ?

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