martes, 24 de noviembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 3 - 21 de abril , viernes ( 4 )

Luché entonces por incorporarme . Y en ello estaba cuando , entre las tinieblas , distiguí una antorcha  . Se aproximaba  . Caído y amordazado estuve a punto de gritar , solicitando ayuda . No fue necesario . El portador de la tea parecía  conocer muy bien mi posición y la crítica y estúpida  situación en que me hallaba  . Al reconocerle , mi corazón galopó de nuevo . esta vez , sin embargo , no fue el terror  lo que me agitó . Fue la más profunda - la más intensa  - de las alegrías . No me había equivocado . ¡ Era Él ! Pero ¿ cómo podía ser ? ¿ Cuándo y de qué manera manera se presentó en la playa ?
El gigante me observó unos instantes . Después , en silencio , se inclinó sobre aquel burlado despojo humano y , con sumo tacto , fue quemando las mallas . Libre de las ataduras , me apresuré a incorporarme . Fue una situación embarazosa . Violenta . Incapaz de articular palabra  , me limité a contemplarle . A pesar de haberle  visto en el canáculo , no podía dar crédito a lo que tenía ante mí . ¡ Dios santo ! No cabía duda : ¡ era Él !  Lucía su habitual manto color vino , fajándose el fornido tórax  , con aquella túnica blanca , de amplias mangas . ¡ Qué difícil y apasionante reto para la ciencia y qué absusda posición la mía ! ¡ Yo , un científico , acababa de ser leberado de una red por un << hombre >> resucitado ! Porque , evidentemente , se trataba  de un ser vivo . Sostenía una antorcha  , había abrasado parte de un aparejo de pesca  y , en fin , allí estaba : ocupando un volumen en el espacio . ¿ Cómo asimilar tamaña locura ? Yo lo había visto morir . Había comprobado el rigor mortis . Había tocado su cadáver ... ¿ Cómo era posible ?
Adivinando tan tormentosos pensamientos , el hombre aproximó la tea a su pecho . Y la luz bañó su alta y serena faz , arrancando destellos de entre los lacios y acaramelados cabellos que reposaban sobre los anchos y poderosos hombros . Su nariz prominente  , la fina y partida barba y , sobre todo , aquellos rasgados , intensos e infinitos ojos color miel , eran los de Jesús de Nazaret . La proximidad del fuego hirió sus pupilas . En un movimiento reflejo , las largas pestañas  descendieron una y otra vez . Aquel parpadeo  , absolutamente natural , no podía ser fruto de mi imaginación . Y el Hombre , con aquella dulce  y acogedora  sonrisa que tanto me impresionaba  , habló al fin . Su voz grave , inconfundible , me estremeció .
- No te preocupes del cómo . En todo caso , mi querido y asustado Jasón , pregúntate por que ...
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

No hay comentarios:

Publicar un comentario

puede comentar todas las personas que lo deseen , con educación y respeto