jueves, 19 de noviembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 3 - 20 de abril , jueves ( 5 )

El tinte del pelo - en negro y rubio para los hoimbres y dorado para las mujeres - se practicaba , como digo , a la luz pública , sin el menor asomo de pudor y cuidando que las tintas cubrieran y ocultaran hasta la última de las canas . Pero el trabajo preferido de los curiosos  - el más escalofriante y patético - era el arrancador de dientes y muelas . Concluido un rasurado o el entintado de una cabellera , el barbero acomodaba al temeroso paciente y , tras escuchar su problema , procedía a examinar  la dentadura . A su lado , si disfrutaba de una cierta posición económica , uno o dos aprendices - generalmente esclavos  - preparaban los ungüentos , anestésicos  y el instrumental médico del << hombre de los dientes >> , como se les conocía popularmente . Aquellos << sanadores >> disponían , en general , de un arsenal de cirugía  relativamente aceptable  : sondas , lancetas , y escarpelos  de diferentes modelos , cuchillos de hojas rectas o curvadas , agujas para el cosido de heridas , elevadores para el alzado del cráneos hundidos , hasta seis clases de fóceps ( lisos o rematados por dientes  y con protección o sin ella ) , catéteres , tijeras de cirujano ( algunas , incluso , para cortar la sección enferma de la campanilla ) , espátulas para examen de gargantas y hasta un trinquete para dilatación .
 Si las encías presentaban úlceras ( junto con las caries eran las afecciones más comunes ) , el << odontólogo >> o sus ayudantes  le aplicaban un emplasto a base de resinas  de teberinto , leche de vaca , dátiles , algarrobas secas y otras  plantas  que no supe distinfgir  . O bien frotaban la mezcla  en las zonas lesionadas u obligaban a su masticación . Cuando el deterioro de la pieza  - siempre a juicio del barbero - recomendaba su extración , el infeliz era amarrado con las manos a la espalda , de forma que sus convulsiones no entorpecieran la labor del << maestro >> . Como en los prolegómenos  de una ejecución , la concurrencia guardaba  un significativo silencio , pendiente de las maniobras  y trapicheos del << verdugo >> y de sus ayudantes . Uno de aquellos egipcios  en particular , huesudo en extremo , gozaba de una habilidad y fuerza en sus dedos  como jamás he visto . Mientras uno de los aprendices separaba las mandíbulas , el << dentista >> introducía un paño de tela en la boca  del enfermo ( generalmente un hombre o mujer de avanzada edad ) y , sentaándose con firmeza en el pavimento . hacía presa con el índice y pulgar en el diente , arrancándolo con un seco tirón .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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