A su alrededor se apiñaban seis casas de una planta , de diferentes alturas , con estrechas escaleras adosadas a los muros de basalto negro que permitían el acceso a los tejados . Varias mujeres y niños trasteaban entre lebrillos , fogones , utensilios de cocina y muelas de amasar . Mi súbita y clandestina entrada los dejó perplejos . Una de las galileas cuchicheó al oído de la más anciana y ésta , abandonando un brasero sobre el que chisporroteaba una humeante y apetitosa fritada de pescado , desapareció a la carrera por una de las oscuras estancias . Entonces , como digo , no comprendí el porqué de tan esquivo com`portamiento . Mi aspecto , después de todo , aunque algo vencido por el viaje , no era incorrecto . Los saludé , deseándoles paz , pero no obtuve respuesta . Una de las niñas , de cuatro o cinco años , rompió a llorar , refugiándose entre los pliegues de la túnica de su madre . Alarmado e indeciso , no supe qué decir . Di un par de pasos con la intención de preguntar por el cabeza de familia pero , temerosas , retrocedieron . La embarazosa situación no duró mucho . Gracias al cielo , a los pocos segundos , por una de las puertas aparecieron dos hombres y la anciana que , evidentemente , se había apresurado a advertirlos de la sospechosa presencia de aquel larguiruchoy entrometido extranjero .
Mi corazón se agitó . Aquellos galileos eran Juan y Santiago , hijos del Zebedeo . ¿ Cómo era posible ? Su llegada a la costa norte del lago estaba prevista para la noche de aquel miércoles o , como ya expliqué , en la mañana del día siguiente . La sorpresa fue mutua . Al reconocerme , Juan tranquilizó a sus parientes y , con los brazos abiertos , salió a mi encuentro , abrazándome . La entrañable acogida distendió lo ánimos y las hebreas , curiosas , sin quitarme ojo de encima , volvieron a sus quehaceres . Santiago , distante como siempre , se limitó a esperar a la puerta de la casa . Su anguloso rostro aparecía más grave y ojeroso que de costumbre . Me devolvió el saludo y , frío y directo , preguntó cómo me las había ingeniado para alcanzar el yam con tanta diligencia . ( La palabra yam era la designación más corriente del Kennereth o mar de Tiberíades entre los pescadores y habitantes de las orillas del lago ) Me sentí atrapado . Pero cuando me disponía a improvisar una excusa , Juan terció en el comprometido asunto .
- No tenías por qué molestarte ....
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Mi corazón se agitó . Aquellos galileos eran Juan y Santiago , hijos del Zebedeo . ¿ Cómo era posible ? Su llegada a la costa norte del lago estaba prevista para la noche de aquel miércoles o , como ya expliqué , en la mañana del día siguiente . La sorpresa fue mutua . Al reconocerme , Juan tranquilizó a sus parientes y , con los brazos abiertos , salió a mi encuentro , abrazándome . La entrañable acogida distendió lo ánimos y las hebreas , curiosas , sin quitarme ojo de encima , volvieron a sus quehaceres . Santiago , distante como siempre , se limitó a esperar a la puerta de la casa . Su anguloso rostro aparecía más grave y ojeroso que de costumbre . Me devolvió el saludo y , frío y directo , preguntó cómo me las había ingeniado para alcanzar el yam con tanta diligencia . ( La palabra yam era la designación más corriente del Kennereth o mar de Tiberíades entre los pescadores y habitantes de las orillas del lago ) Me sentí atrapado . Pero cuando me disponía a improvisar una excusa , Juan terció en el comprometido asunto .
- No tenías por qué molestarte ....
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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