El suceso - a nivel de exegetasy estudiosos bíblicos - se vería notablemente << emborronado >> , a causa de otra pesca , más o menos similar , narrada por Lucas y situada por el evangelista mucho antes de la muerte de Jesús de Nazaret . Pero de esta segunda << pesca >> me ocuparé a su debido tiempo .
El arrastre del copo resultó laborioso en extremo . Los sais se desgañitaron , saltando de proa a popa a cada momento , cubriendo huecos y jalando de los cabos y del aparejo hasta quedar bañados en sudor . Ni que decir tiene que Simón Pedro llevó la voz cantante durante toda la << pelea >> , mentando lo humano y lo divino cada vez que , por un mal movimiento , el jerem se detenía o resultaba arrastrado con más fuerza desde cualquiera de las popas , propiciando nuevas fugas de tilapias . A la media hora , exhaustos , los galileos echaron mano , al fin , al saco del jerem . Santiago y su cuadrilla , desde la lancha más pequeña , trataron de ayudar a sus compañeros a introducir el copo en la barca de Simón . Después de repetidos e ímprobos esfuerzos - en el que algunos de los pescadores estuvieron a punto de caer al lago -, Simón renunció a la maniobra de carga de la red . Los remeros volvieron a sus puestos y , firmemente sostenido desde las respectivas popas , el jerem fue remolcado hacia la costa .
El Maestro , bisiblemente complacido , dio media vuelta , retornando al lado de la fogata . Y cruzando los brazos sobre el pecho , esperó . Santiago marcó el ritmo a los remeros y , despacio , se dispusieron a salvar los 50 o 60 metros que los separaba de la orilla . En esta ocasión , Juan Zebedeo no llegó a bogar . La razón fue muy simple . AL tiempo que sus compañeros se precipitaban hacia los bancos y tomaban las palas , el discípulo - mucho más intuitivo que el resto - se acercó a Simón , que sostenía uno de los extremos del jarem , espetándole al oído un rotundo y lacónico : << ¡ Es el Maestro !>>
El sais volvió el rostro hacia la playa , buscando al desconocido . Pero el sol naciente le deslumbró , restando eficacia a su observación .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio martinez
El arrastre del copo resultó laborioso en extremo . Los sais se desgañitaron , saltando de proa a popa a cada momento , cubriendo huecos y jalando de los cabos y del aparejo hasta quedar bañados en sudor . Ni que decir tiene que Simón Pedro llevó la voz cantante durante toda la << pelea >> , mentando lo humano y lo divino cada vez que , por un mal movimiento , el jerem se detenía o resultaba arrastrado con más fuerza desde cualquiera de las popas , propiciando nuevas fugas de tilapias . A la media hora , exhaustos , los galileos echaron mano , al fin , al saco del jerem . Santiago y su cuadrilla , desde la lancha más pequeña , trataron de ayudar a sus compañeros a introducir el copo en la barca de Simón . Después de repetidos e ímprobos esfuerzos - en el que algunos de los pescadores estuvieron a punto de caer al lago -, Simón renunció a la maniobra de carga de la red . Los remeros volvieron a sus puestos y , firmemente sostenido desde las respectivas popas , el jerem fue remolcado hacia la costa .
El Maestro , bisiblemente complacido , dio media vuelta , retornando al lado de la fogata . Y cruzando los brazos sobre el pecho , esperó . Santiago marcó el ritmo a los remeros y , despacio , se dispusieron a salvar los 50 o 60 metros que los separaba de la orilla . En esta ocasión , Juan Zebedeo no llegó a bogar . La razón fue muy simple . AL tiempo que sus compañeros se precipitaban hacia los bancos y tomaban las palas , el discípulo - mucho más intuitivo que el resto - se acercó a Simón , que sostenía uno de los extremos del jarem , espetándole al oído un rotundo y lacónico : << ¡ Es el Maestro !>>
El sais volvió el rostro hacia la playa , buscando al desconocido . Pero el sol naciente le deslumbró , restando eficacia a su observación .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio martinez
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