sábado, 14 de noviembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 3 - 19 de abril , miercoles ( 27 )

A partir de entonces , en mis frecuentes  caminatas desde el módulo a la costa de Saidan , tendría numerosas ocasiones  de comprobar cómo los pescadores  y marineros del lago se servían de piedras de todos los tamaños  , convenientemente perforadas para inmovilizar sus embarcaciones e , incluso determinado tipo de redes . ( Las anclas de hierro no eran conocidas aún en en el Kennereth )
No lo pensé dos veces  . Tras comprobar la posición del sol me despedí del servicial campesino y , siguiendo la margen derecha del menguado Korazín , puse rumbo al norte , al encuentro del sendero que corría hacia la esquina  oriental del lago . La corazonada resultaría providencial . Anuncié a Eliseo un cambio en los planes y , pasando por alto el incidente con los capataces m prometí retornar al módulo en un plazo máximo de cinco horas : justo al ponerse el sol . La intuición me dictaba que debía entrar en Saidan antes que los íntimos del Señor . ¿ Por que ? Obviamente no podía saberlo . La respuesta aparecería en el caserón de los Zebedeos .
Como ocurría en el sector oeste , aquel flanco de Nahum se hallaba primorosamente cultivado . Me deshice del intricado laberinto de huertos amurallados y , a los pocos minutos , caminaba caminaba decidiso por la calzada romana . A corta distacia , a la deecha de la vía Maris y pegada al puente que salvaba el riachuelo , se levantaba una casa de una planta , de muros tan negros como los de la ciudad . Dos corpulentas higueras silvestres sombreaban su fachada norte . Al principio no le presté excesiva atención . Pero conforme fui aproximandome , la presencia en la puerta de dos legionarios y de un tercer individuo me hizo recelar . El calor y la cesta empezaban a pesar en mi ánimo y , con la escusa de tomar un respiro , abandoné la calzada , adentrándome en el pequeño jardín que rodeaba la vivienda . Los soldados , recostados en la pared de piedra y medio adormilados , ni me miraron.
Sin proponérmelo acababa de cumplir con uno de los obligados requisitos establecidos para cuantos iban o venían del territorio de Filipo al de su hermano , el tretarca Antipas . Deposité la canasta en el suelo y , cuando me disponía a interrogarlos sobre la distancia que mediaba de Nahum a Saidan , el que yo imaginaba dueño de la casa - un griego tocado con el típico gorro de tieltro y una chapa de latón en la túnica - Levantó la vara que sostenía en su mano derecha , interrogándome en un pésimo arameo galalaico acerca del contenido de la cesta . Empecé a comprender .
- Víveres - repliqué en griego.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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