jueves, 29 de octubre de 2015

Caballo de Troya - Tomo 3 - El Diario del Mayor - 17 de abril , lunes ( 2 )

Como iba diciendo , las últimas frases del Galileo - ordenando a sus íntimos que partieran hacia el norte - marcarían el resto de aquel agitado domingo . Según mi cuenta particular , ésta había sido la aparición número diez . Las nueve primerastuvieron lugar en Jerusalén , Betania y en el camino que conduce a la aldea de Ammaus . Todas ellas , como ya relaté , a lo largo del anterior domingo, 9 de abril . Semanas después me vería obligado a rectificar este cómputo . Jesús de Nazaret también se presentó a otras gentes y en lugares insospechados . Tales sucesos - ¡ cómo no ! - serían igualmente ignorados por los llamados << escritores sagrados >>.
Es posible que los cronómetros del módulo no marcasen más allá de las 18 horas y 5 minutos cuando , en mitad de un sobrecogedor silencio , el rabí desapareció de nuestra vista . El pasmo de los presentes - ¿ o debería calificarlos de << ausentes >>? - se mantuvo cinco o diez segundos  más . Y , de pronto , , la cámara enloqueció . No tengo muy claro cómo se desarrollaron los hechos  . Fue como un trueno o como una caldera que estalla  . Juan , Simón Pedro y los gemelos  fueron los primeros  en << volver en sí >> . Saltaron sobre la mesa y , aullando  , cantando y vociferando como energúmenos  , se abrazaron , arrastrando al resto a una especie de histeria colectiva . Las copas y platos  y la inacabada cena  se desparramaron por la << U >> y el entarimado , salpicando a los enloquecidos galileos  . Nadie hizo un mal gesto . En realidad , aquellas reaccionesfueron tal lógicas como necesarias . La tensión , dudas , miedos e incertidumbres fueron inmolados  en el fuego de una incontenible alegría . Tentado estuve de unirme al griterío. Pero me contuve , disfrutando de aquel caos , tan saludable como justificado . Bartolomé y Felipe , demudados , miraban sin ver , víctimas de una risa nerviosa . Simón , el Zelote , repuesto temporalmente  de su profundo abatimiento , palmeaba también al compás de los que brincaban sobre la maltrecha mesa . Sus ojos , abiertos e inmensos como galaxias , iban y venían , posándose en sus compañeros , en su afan - así lo creo - de corroborar cuanto había presenciado .
Tomás , sentado en el mismo diván , era uno de los más afectados por la aparición . Parecíam ausente . Con los codos clavados en los muslos , pcultaba el rostro entre sus manos , gimiendo y llorando amargamente . Mateo Leví , solícito , pasó su brazo sobre los hombros del tímido y desolado << mellizo >>, en un intento por consolarle .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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