viernes, 23 de octubre de 2015

Caballo de Troya - Tomo 3 - Las aventuras del autor para encontrar el Diario del Mayor - Israel ( 99 )

Despues de un presuroso callejeo nos adentramos en un dasahogado salón en obras . A la parca luz de algunas bombillas enroscadas a las colunnas , confundidos en una atmásfera de yeso fresco y madera recién aserrada  , cuatro individuos  trajinaban tablones y martillos . Uno de ellos , encorvado hacia un caldero de cemento , canturreaba una doliente melodía árabe .
Cerré los puños , comido por la emoción . ¿ Cuál de aquellos afanosos obreros era el depositario de lo que tanto ansiaba ?
Tras identificar a nuestro hombre , mi acompañante sorteó a los operarios más próximos , saludándolos con sendas y amistosas palmadas en la espalda . Le vi llegar hasta el que removía la masa e , inclinandose , le susurró algo al oído . Ambos se incorporaron , observándome desde la penumbra . La irregular iluminación le persevó de mi desatada curiosidad . pero me quedé quieto , tal y como me había sugerido el improvisado guía ..
Digo yo que el tronar de mi corazón tuvo que ser escuchado en un amplio radio . Pero nadie altero su faena .
Concluido el breve diálogo , el que hacía de albañil arrojó el << palustre >> en el mortero y , restregando las manos en los flancos del pantalón , avanzó hacia mí.
No pude remediarlo . Me eché a temblar . ¿ Había llegado el gran momento ? ¿ Qué podía decirle ? ¿ Cómo atacar tan peregrina y críptica historia ?.
Un foco amarillento , compasivo ante mi desazón , borró al fin la negrura de la siluetya que se acercaba , mostrándome al hombre . Parecía instalado en esa edad indefinida  que sólo florece a partir de los cincuenta . Como buen árabe , conservaba una ensortijada y generosa mata de pelo negro , algo cenicienta  y descuidada . Un vientre campanudo hinchaba una camisa caqui , salpicada aquí y allá por lamparones de cal , robando altura y prestancia a su escaso metro y sesenta centímetros . Un rostro terso , más ancho que alto , formaba un todo con el fornido cuello . Y en mitad de la bronceada piel , unos ojillos recogidos , en perpetuo ir y venir pero , a la par , sonrientes y confiados , como en todo hombre de bien.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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