lunes, 26 de octubre de 2015

Caballo de Troya - Tomo 3 - Las aventuras del autor para conseguir el Diario del Mayor - Israel ( 116 )

Kottek acudió encantado . Sus explicaciones - amuleto en mano - no resultaron muy explícitas . Tomé cuantas notas pude , sin saber muy bien de qué me hablaba . Toda mi inteligencia - una vez tomada la reprobable  decisión - se hallaba polarizada  en un inconfesable  sentido . Pronto me arrepentiría ...
Por supuesto , era imposible atrapar el pergamino mientras Samuel o la guardiana permanecieran junto a mí . Esperé . El encuentro con los cartuchos concluyó y , sin prisas , continuamos la inspección . La caja , con los rollos a la vista , quedó temporalmente olvidada  sobre la vitrina . En tres oportunidades , mientras dibujaba algunas de las piezas  en el cuaderno de << campo >> , la hebrea tuvo que prescindir de mi <<  gratísima compañía >> , reclamada por el teléfono y por el propio Kottek . En las dos primeras ocasiones , a causa del pavor que me invadía o de lo precipitado de sus retornos  , mis movimientos fueron nulos . Pero en la tercera y última salida de la anciana , muy cerca de la caja  y temblando como un junco , introduje la mano entre cartuchos  y me apoderé del 15 . Sin pulso ,  me alejé de la vitrina , pegando la nariz  al cristal de un mueble contiguo . Imposible fingir que tomaba apuntes . El rotulador resbaló entre mis húmedos dedos , acelerando mi taquicardia . Sin embargo , con una sangre fría  repugnante  , soporté el regreso de la mujer y sus postreras explicaciones . La visita había terminado . Con la mente nublada , con una única obsesión - escapar del museo-, agradecí las atenciones de todos y estreché sus manos . A punto de desvanecerme llegué a tocar la manilla de la puerta de salida  . Samuel , atentísimo , me invitó a volver cuando deseara . Balbubeé algo - no sé muy bien qué -, y , aterrorizado , me dispuse a salir . En ese crucial momento , el director  salió precipitadamente de su despacho  , dirigiendo a kottek unas frases en hebreo . Y éste , asintiendo , me retuvo por el brazo , abortando mi << fuga >> . Creí morir de verguenza  .
- Un momento - tradujo el médico , con una sonrisa de satisfacción -. El director desea padirle un favor..
La palidez de mi rostro , digo yo , debía ser tal que el galeno , mientras me conducía  de nuevo al museo , preguntó con extrañeza :
- ¿ Se encuentra bien ?
- A la perfección ...
Aquélla fue una mentira de tamaño natural.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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