sábado, 24 de octubre de 2015

Caballo de Troya - Tomo 3 - Las aventuras del autor para encontrar el Diario del Mayor - Israel - ( 106 )

Allí me aguardaba otra sorpresa . Conforme ganaba la salida , uno de los vehículos - Aparcado a escasa distancia de la barrera de control - reclamó mi interes  . Al poco , alerta , fui a ocultarme al amparo de una de las columnas . No cabía duda  . ¡ Era el mercedes 300-D ! Escudriñé  temeroso su interior . Nadie lo ocupaba  . Tampoco en los alrededores había rastro de los pegajosos agentes . Era obvio que la situación del vehículo en el sótano - tan estratégicamente dispuesto para una fulminante partida - no era casual . En la calle , frete a la puerta del hotel o en sus proximidades  , habría llamado mi atención de inmediato . Por otra parte , si se hallaba desierto , ¿ dónde ubicar a sus pasajeros ? << No muy lejos >> , calculé .
Si << ellos >> estaban al tanto de mi prolongada ausencia , lo lógico era suponer que , en tales momentos  , merodeasen por el vastíbulo . La llave continuaba en conserjería ....
¿ Qué camino debía tomar ? Por supuesto , rechacé la idea de presentarme en el vestíbulo . ¿ Y si vigilaban el exterior ?  No había elección . Correría el riesgo . Salí del escondite y aposté por la rampa del subterráneo .
El empleado del peaje - derrotado por el largo turno de noche que ahora expiraba - me lanzó una rutinaria y cansina mirada . Le saludé con un escueto movimiento de cabeza y , de repente , mi vista tropezó con algo que - quién sabe - quizá pudiera servir . Le hice una señal para que abriera el cristal de la garita y , una vez frente al aburrido y somnoliento personaje , le sonreí , selalándole una gorra azul que colgaba del respaldo de la silla .
- ¿ Está en venta ?
La pregunta le dejó perplejo . Y antes de que abriera la boca le mostré cinco billetes de diez dólares .
- Perdone - arremetí -, es que soy coleccionista ...
El individuo debió tomarme por un adinerado y chiflado turista . Y sin encomendarse a Dios ni al diablo atrapó el dinero , entregándome  la polvorienta y descolorida prenda . Incrédulo , contó los papeles . Para cuando quiso articular palabra , yo me alejaba del parking con la gorra calada hasta las cejas . ( A mi regreso a España , al comentar la anécdota con la persona que más quiero , ésta , inteligentemente , me hizo ver que una gorra no es el medio más discreto para pasar inavertido . Le di la razón . En ese caso fue la Providencia quien permitió que saliera indemne del trance )
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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