miércoles, 14 de octubre de 2015

Caballo de Troya - Tomo 3 - Las aventuras del autor para encontrar el Diario del Mayor - Israel - ( 49 )

No tengo muy claro por qué , entre tantos museor , fuí a legir el Rockefeller . Quizá por lo avanzado del día  y su relativa proximidad al hotel donde me alojaba  . En jerusalén  , la casi totalidad de estas instituciones  cierra sus puertas entre las cinco y las seis de la tarde . Disponía por tanto de unas tres horas . Por otra parte  , en la extensa relación de científicos  con los que había empezado a entrevistarme  figuraba uno - Joe Zías - del departamento de Antiguedades  del referido museo Rockefeller , que seguramente podría orientarme  . Todo esto , supongo , contribuyó a que , sin más demora , marcara el 278624 . La fortuna me respaldó . Zías se hallaba en el museo y me recibiría  . Minutos más tarde un taxi me dejaba  en el extremo de la calle Suleiman , frente a las murallas del vértice norte de la Ciudad Vieja . Permanecí unos segundos ensimismado y disfrutando del blanco azulado de aquellos muros . Era imperdonable  . En el tiempo que llevaba en la Ciudad Santa no me había regalado un minuto de solaz .
Me encogí de hombros y , tras soportar un minucioso registro del equipo fotográfico , el vigilante del museo retuvo la bolsa . Las medidas de seguridad , tanto en el exterior como en el interior  del palacete que sirve de sede al museo , estaban plenamente justificadas . Los tesoros allí depositados son excepcionales .
Zías me escuchó con curiosidad , examinando las figuras de la tarjeta postal . No pestañeó . Me observó detenidamente y , desconfiado , preguntó sin rodeos :
- ¿ Por qué le interesa una pieza tan antigua ?
-  Es una larga historia - improvisé - . Investigo sobre el mundo mágico e iniciático de las viejas civilizaciones semíticas , y ese búho , sin duda , es una pieza clave . Intento localizar la moneda  y reunir un maximo de información en torno a su origen y posible significado.
El científico humedeció sus labios  con la punta de la lengua  y , sin demasiado convencimiento , abandonó la abarrotada mesa del despacho , buscando en una de las estanterías  . Ojeó el índice de un grueso libro y , tras localizar el capítulo deseado , lo abrió , retornando al sillón con identica parsimonia . Lancé una furtiva mirada sobre las páginas que retenían su atención . Entre las cuatro ilustraciones distinguí dos que reproducían monedas . Pero no me atreví a moverme . Mi corazón se aceleró..
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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