domingo, 25 de octubre de 2015

Caballo de Troya - Tomo 3 - Las aventuras del autor para encontrar el Diario del Mayor - Israel - ( 110 )

No era saludable tentar la fortuna  . Cerrado el vuelo para el domingo , poco antes de las dos  de la tarde me acomodaba en uno de los transportes públicos con destino a Jerusalén . La aparente frialdad de aquella despedida  me simió en una dolorosa melancolía . ¿ Volvería a verle ? A pesar de las apariencias , siempre seré un sentimental ... Y hablando de << apariencias >> , al descender en la central Bus Statión , en los límites de Yafo , la proximidad de un reducido grupo de franciscanos  me hizo palidecer . Afortunadamente  no se percataron de la presencia de aquel falso << hermano >> de orden , alejándose en uno de los shrouts , o taxis colectivos . Recuperado el resuello , ajusté el ceñidor , recomponiendo los arrugados pliegues del hábito . Hacia las tres de la tarde , aquel << monje >> , inquieto y feliz , se colaba en el parking del Moriah , ante la disciplente mirada del vigilante . Lo primero que reclamó mi atención fue el Mercedes . Mejor dicho , su ausencia . La desaparición del vehículo me inquietó . Abracé la bolsa con pasión , jurándome que , a partir de esos instantes , no cometería una sola locura más . Ni yo mismo me lo creí...
Gina , arta o enfurecida por mi espantada , había volado . Nunca volví a verla . Y dudo en lo más profundo que tenga valor para concertar un segundo encuentro .
Le di dos vueltas a la cerradura y , nervioso , deposité la bolsa sobre la cama  , dedicando un tiempo indefinido al chequeo de la habitación y de mis enseres . Todo seguia en su lugar , intacto y sin viso de haber sido curioseado .. Más sereno , me deshice del sayal . La valija - como un ser vivo - había empezado a << hablar >>  , magnetizándome .
Fue todo un ritual . Aunque herrembroso , el candado se abrió con docilidad . Juguereé  con él entre mis temblorosas manos  , lanzando una lasciva mirada al bulto . A juzgar por el porte , color , resistencia de la lona y por las correas de sujeción , parecía un típico petate , como los utilizados por el ejercito judío .
Y suave , ceremoniosamente , fui desgranando la cremallera .
El inesperado repiqueteo del teléfono hizo brincar mi corazón , propinandome un susto de muerte . Dudé . Pero , acogiéndome  a los todavía calientes y sinceros deseos  de no enredar más la cosa , terminé por descolgar . Era Rachel . Como siempre se mostró encantadora .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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