martes, 22 de marzo de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 5 - El Diario ( 5 )

No fue mucho lo que acerté  a resolver . El crujido de las articulacions del anciano indicó que acababa de agacharse . Rasgó el lienzo en dos ocasiones y ahí murieron las pistas . Despues , enganchado en el irritante mutismo , se enderezó , alejándose de nuevo . Lo escuché trastear entre los cacharros depositados en la pared de mi derecha . En la memoria conservaba la imagen de aquella  primera oquedad , repleta - a uno y otro lado - de alacenas de muy dispares alturas y profundidades , cargadas de ánforas , vasijas de diferentes calibres y un sinfín de enseres que , obviamente , dadas las circunstancias , no recordaba .
Y el entrechocar del cobre y la arcilla cesó de pronto .
- ¡ Bendito sea el Todopoderoso !
La exclamación del viejo y su inmediato regreso hasta mi pisición terminaron de acelerarme .
- ¡ Por Dios ! - clamé -. ¿ Qué te propones ?
Pero , ignorándome , volvió a agacharse , absorto - supongo - en una operación que , en efecto , como descubriría instantes después , requería toda su atención y destreza .
Y con los nervios a un paso del desastre le imité , colocándome en cuclillas .
Percibí primero su agitada respiración . Después , un leve borboteo . Parecía manipular algún líquido . Y el aroma del aceite de oliva llegó inconfundible . Pero ¿ para qué ?
Acto seguido golpeó el pavimento con algo contudente . El sonido , sordo , resultó igualmente indescifrable .
Algo debió fallar porque , a renglón seguido y desairado , se refigió en una maldición .
Contuvo la respiración . Segundo golpe y nueva imprecación.
Y el tercero , claramente metálico , como la más hermosa  de las visiones , vi estallar una diminuta llama azul-verdosa .
El susto y la alegría  me desequilibraron . Y fui a dar , por segunda vez, contra el duro suelo .
David , sin pérdida de tiempo , tomando la incendiada  astilla , procedió a cebar la primera de las improvisadas antorchas . Y el jirón de lino , empapado en aceite , prendió con avidez , llenando la cueva con un penetrante tufillo y , lo que era más importante , de una luz amarilla y salvadora .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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