lunes, 21 de marzo de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Final del Tomo 4 - El Diario , 27 de abril , jueves - y ( 16 )

A poco más de tres metro de la trampilla secreta se levantaba  una pared de ladrillo . Y en ella , en el centro , una abertura - a manera de puerta - de un metro de alzada . A la derecha  del hueco se dibujó imprecisa la silueta  de una enorme muela  , encajonada y calzada en un canalillo que corría en pendiente a lo largo del tabique  . Al igual que las piedras que cerraban los sepulcros , aquella mole podía ser desplazada , sellando así la boca que tenía frente amí . Para ello bastaba con propinar un puntapié al taco de madera que la retenía .
Y David se introdujo por la tenebrosa oquedad . Al salvar el último de los peldaños que facilitaba el acceso a la cueva levantó la llama , alumbrando nuestro descenso . Ismael me precedió . Y como sucediera  en los subterráneos de la casa de Santiago , establecí contacto con una primera gruta , con numerosas alacenas a derecha e izquierda . Al fondo se distinguía la entrada  a otra caverna . Y el saduceo , tomando la iniciativa  , se dirigió a una de las esquinas . El criado se apresuró a iluminar sus pasos  . E inclinándose sobre su enorme alcón procedió a destaparlo . La víbora esbozó una sonrisa y señalando el interior exclamó eufórico :
- Aquí la tienes .
Emocionado , olvidando el reciente y amargo trance , recorrí los cuatro o cinco metros que me separaban del rincón de la cueva , asomándome al arca . La luz que sostenía  David desveló el misterio . Y nervioso me abalancé sobre una polvorienta y descompuesta arpa , con unas cuerdas rotas , semipodridas y desmelenadas .
- ¡ Dios mío !..
Y tomándola con toda la delicadeza de que fui capaz la rescaté del fondo , levantándola a la altura del candil . No sabría  precisar cuanto tiempo permanecí absorto en cu contemplación . Quizá dos o tres minutos . No más . Y , como un trágico aviso , la llama osciló violentamente . Y un bronco , infernal y amenazador rugido golpeó las paredes de la cripta .
- ¡ No !....
Y dejando caer la lucerna , David se precipitó hacia los peldaños . Y en la más terrible de las oscuridades le escuché gritar algo que me heló la sangre en las venas :
- ¡ Enterrados ! ... ¡ Enterrados vivos !
Y como un loco , tropezando con los escalones , intenté ganar la salida . Mis manos , como las del aterrorizado sirviente , sólo encontraron una áspera y fría piedra . El saduceo había hecho rodar la pesada muela . Y una siniestra carcajada retumbó al otro lado de la roca...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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