sábado, 26 de marzo de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 5 - El Diario ( 18 )

David simplificó su historia mostrando el agujereado lóbulo de la oreja derecha . Consumido por las deudas , sin opción alguna , un mal día tuvo que venderse a su acreedor , convirtiéndose en esclavo . El amo y  señor - debí imaginarlo - no era otro que el saduceo , dedicado además al inmoral negocio de la usura , prohibido hasta cierto punto por la ley mosaica .
Y fue al apurar el cuenco de vino cuando , de pronto , quedamos en suspenso.
Mi amigo bajó lentamente la vasija . Yo , perplejo , continué sosteniéndola frente a los labios .
Y echando mano de la lucerna fua a situarla - con idéntica lentitud - a la altura de su pecho . La llama osciló . El miedo , de nuevo , se había colado en los corazones .
- ¿ Has oído ? - susurró , conociendo de antemano la respuesta .
Moví la cabeza afirmativamente .
Y un segundo quejido , gruñido o lamento - imposible determinarlo -, más claro y prolongado , se propagó por la gruta . Y el cuenco se escurrió entre mis dedos
Catapultados por el pánico , nos pusimos en pie al unísono . El cabello volvió a erizarse y las respiraciones se atropellaron.
- ¿ Ratas ? - acerté a articular.
Pero David , atento a la posible repetición del ronco e irreconocible sonido , no contestó . Y con prisas vertió el aceite de la lámpara sobre la tela anudada al segundo bastidor del arpa , incendiándola.
Lejos de tranquilizarme , la precipitada acción aceleró mi ansiedad . Y sin saber a dónde mirar , imaginando un inminente ataque de cientos de roedores, apalstado por el miedo y el silencio , me lancé sobre el cántaro de barro , blandiéndolo con desesperación .
Un nuevo quejido me paralizó . Esta vez sí lo reconocí .Era idéntico al que nos sorprendió en la primera oquedad, cuando nos disponíamos a revisar el cofre . Una especie de apagado lamento , entre humano y animal . Procedía , al parecer , de los silos .
Y con el vello en pie y el corazón desbocado vi cómo mi compañero se arrodillaba frente a la entrada al tercer pozo . Introdujo la antorcha en la oscuridad y permaneció inmóvil unos segundos . Pero el lamento no regresó .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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