viernes, 25 de marzo de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 5 - El Diario ( 17 )

Poco pude decirle . Mis palabras , más sosegadas y coherentes , intentando a mi vez tranquilizarme y tranquilizarle , le devolvieron el equilibrio . Y al advertir los escalofríos y estremecimientos  sugirió que siguiera sus consejos . Me desembaracé de la cuerda  y de la mutilada sábana y él , haciendo lo propio con su túnica  , me animó a vestirla . Después , improvisando una almohada con el lino y ayudado de la mejor de sus sonrisas , indicó el ingrato suelo , recomendando que descansara .
Sin demasiadas posibilidades de elección , vencido por el horror , acepté sumiso , pagándole con otra sonrisa . Y un reparador sueño tomó el mando , transformando al agotado y frágil griego de Tesalónica.
- ¡ David ! ... ¿ Qué ha pasado ?
Me incorporé despacio , sin conciencia clara de lo que me rodeaba  . No tuve que esforzarme . La silueta del anciano , sentado en el mismo lugar y acariciado a ratos por la luz  de una lucerna , despejó mis dudas. La gruta , en silencio , animada con dificultad por las lámparas de aceite , no había experimentado cambio alguno . Estábamos como al principio . Quizá peor .
Mi amigo no replicó . Mejor así . ¿ A que atormentarse con lo sucedido ?
Me senté de nuevo y le interrogué sobre el tiempo transcurrido . Las explicaciones - imprecisas - , amén de no satisfacer la pregunta  , me pusieron en alerta . Ahora era David el que flaqueba . No se lo reproché  . Aquellas dos horas - puede que más - en la tensa soledad del subterráneo , velando el sueño de un desconocido , habían vaciado su entereza . A sus pies , junto a la lucerna , descubrí una jarra de barro y tres cuencos de madera . Y adivinando mis pensamientos me tendió uno de los recipientes . En la penumbra distinguí una sabia mexcla de higos secos , nueces y miel de dátiles . Y desconcertado ante el minucioso examen del almuerzo - estimando erróneamente que no era de mi agrado -, preguntó si prefería vino . Acepté ambos ofrecimientos . El espeso caldo negro y los frutos me estimularon . Los escalofríos habían cesado y , por primera vez en aquel encierro , disfruté de una sensación de alivio . El descargo , fuera de toda lógica - lo sé - , me inclinó incluso a emprender una conversación que nada tenía que ver con nuestro problema . Y acerté porque , al interesarme por la vida del anciano , ambos olvidamos temporalmente dónde estábamos .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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