sábado, 19 de marzo de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario , 27 de abril , jueves ( 9 )

Tres de los individuos  parecían rodearle . Sobre unas túnicas largas  y amarillas portaban unas rudimentarias cotas de mallas que protegían el tronco y el bajo vientre . No observé almas blancas . Sólo bastones erizados de clavos . Entendí que guardaban una cierta semejanza con los levitas o policías del templo . Posiblemente se trataba de alguaciles al servicio del tribunal de Séforis , encargados de la custodia del reo .
De los dos hombres restantes reconocí a uno : Ismael , el saduceo . Cubría la embarrada túnica de lino con un ampuloso capote de cuero  embreado , provisto de una aparatosa capucha .
Al filo del camino , a cuatro metros del hierático grupo , otros dos guardíanes se afanaban en la excavación de una fosa . A su lado , un anciano felah sujetaba por el ronzal a un asno nervioso  e incomodado por el diluvio . El animal cargaba dos enormes cestos repletos de estiércol . Al comprender el porqué de aquella operación me estremecí .
Traté de localizar a Rebeca  y a la << pequella ardilla >> . Imposible . Absorto en la escena  las había perdido de vista . Y lenta  y cautelosamente fui rodeando a los curiosos  hasta situarme en las proximidades del << ala del pájaro >> . Tampoco desde allí me fue posible identificar al condenado . Su cabeza , a una cuarta del suelo , hacía arduo el reconocimiento de sus facciones . Con la túnica hecha jirones y consumida por la lluvia  y los cabellos revueltos y chorreantes resultaba comprometido emitir un juicio . ¿ Se trataba del Zebedeo ? Agucé el oído , en un vano intento de captar algún comentario . Los únicos sonidos que reinaban en el lugar procedían del repiqueteo del agua sobre los improvisados << paraguas >> , de las tenaces tronadas y de los presurosos choques de las azadas contra la arcilla del campo .
Cuando el agujero alcanzó la profundidad justa  , los alguaciles arrojaron a un lado las herramientas , haciendo una señal a los que rodeaban al mudo y derrotado individuo . Y levantándolo por las axilas lo arrastraron hasta la fosa . El gentio , presintiendo el final , alivió la tensión , entonando un sordo y morboso cuchicheo.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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