miércoles, 11 de noviembre de 2015

Caballo de Troya - El diario del Mayor - Tomo 3 - 19 de abril , miercoles ( 10 )

El polvoriento sendero desembocaba en la gran arteria que bordeba parte de la costa oeste del lago y que habiamos tenido ocasión de contemplar desde el aire y desde el lugar de asentamiento del módulo . Si mis cálculos no fallaban , la distancia recorrida entre el circo de basalto y la confluencia del camino con la calzada podía estimarse en algo más de una milla . Al final de esta senda principal , a unos 300 o 400 metros hacia el este , se divisaban los negros muros de la ciudad en la que debía adentrarme . Sentí un escalofrío . A pesar de mi entrenamiento y de las muchas horas vividas en Jerusalén , Betania y los alrrededores de la Ciudad Santa , tuve una extraña e incómoda sensación . Fue como si empezara de cero . Como si aquella nueva fase de la exploración ocultara emociones y peligros con los que no habíamos contado . espanté estos presagios y , por espacio de algunos minutos , tras comunicar a Eliseo mi posición , me entretuve en el examen de la calzada . Por que , en efecto , de eso se trataba : de una de las robustas y magníficas vias , de diseño y de construcción enteramente romanos , de 4,5 metros de anchura , elevada sobre el terreno circundante en unos 80 centímetros y perfectamente enlosada con grandes y erosionadas placas de basalto , cuadradas y rectangulares , cuyas junturas habían sido invadidas y coloreadas por verdes regueros de hierba y maleza. A la derecha del bordillo y de las numerosas cantoneras que cerraban el camino ( en este caso , mirando hacia la población ) , corría un estrecho pasillo , pavimentado a base de pequeños guijarros  negros , de menor dureza  que las losas  de la calzada e ideado sin duda  para el paso de hombres  y animales  . El summum dorsum o calzada aparecía ligeramente  abombada , facilitando así el desagüe . Una vez más quedé maravillado . A pesar de lo accidentado e ingrato del terreno , los excepcionales  constructores romanos habían dado buena muestra de su pericia y buen hacer .
En cuclillas y ensimismado en el examen de la calzada no reparé en la silenciosa aproximación de aquel individuo hasta que prácticamente , lo tuve a mi espalda . Me sobresalté . El anciano - un sencillo agricultor , a juzgar por su tosco chaluk de lana y por el almocafre o pequeña azada para trasplantar que colgaba de su ceñidor - sonrió , deseándome paz y salud . Me observó intrigado y , antes de que pudiera corresponderle , preguntó si había perdido algo.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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