sábado, 7 de noviembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 3 - 18 de abril , mertes ( 3 )

A buena marcha , bogando con soltura , aprovechando aquel radiante amanecer , decenas de pequeñas y oscuras embarcaciones irrumpieron de pronto en el lago , procedentes del este y del oeste  , ala búsqueda de los bancos de peces que , con precisión matemática  , iban marcando los pájaros en sus << picados >> . Y la cinta blanca de las poblaciones , rodeando el Kennereth , apareció en todo su esplendor . Aquel lugar , evidentemente , se hallaba mucho más poblado de lo que habíamos supuesto.
Al norte , las nieves perpetuas del Hermón espejeaban desafiantes . Con el tiempo , aquellos rudos y sabios pescadores del mar de Tiberíades me enseñarían a vigilar al coloso , infalible anunciador de vientos y tempestades
Definitivamente , nuestro asentamiento parecía seguro . Excepción hecha del núcleo situado al este , el resto de las poblaciones se hallaba tan alejado que no debía inquietarnos . La segunda aldea más cercanas - a cuatro o cinco kilómetros hacia el norte - despuntaba sobre un cerro , diminuta y encalada e igualmente acorralada por bosques y campos de cultivo . Quizá fuera la no menos célebre Corozäin  o  Korazim . maldita por Jesús en los evangelios .
Transmití al módulo las tranquilizadoras nuevas , anunciando a Eliseo mi intención de descender hasta las rocas de la ladera oriental . La bifurcación del camino , con el ramal que se extinguía en el << baluarte >> de basalto , constituía una irritante enigma .
La extensa mancha violeta que cubría aquella parte del promontorio , uniendo la plataforma  rocosa sobre la que descansaba  la << cuna >> con la mencionada formación basáltica  , me sirvió de guía y referencia . Quizá deba anotarlo ahora . Esta bellísima  alfombra de flores violáceas , distinguible  en la distancia , resultó de gran utilidad para quien esto escribe , sirviéndole  de orientación en las futuras y sucesivas incursiones fuera del módulo . Pero sigamos . A un centenar  de pasos de la << cuna >> , en efecto , la falda oriental aparecía sembrada de unas enormes y esféricas moles de basalto negro que , indefectiblemente  , se habían despredido de la cumbre , rodando quién sabe  cuándo hasta su actual asentamiento . Intrigado , trepé a lo más alto . Y al coronar el murallón empecé a comprender .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

 

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