En esos instantes , mientras dialogaba con aquella atractiva y severa recepcionista , algunas de sus preguntas pasaron casi inavertidas para mí . Respondí seca y macánicamente que no pensaba dejar el hotel y que solo se trataba de una excursión de fin de semana . Fue después , al marcar el teléfono de una de mis amigos árabes de Jerusalén - Anthony Salman , director de una abencia de viajes -,cuando las palabras de la hebrea resucitaron en mi memoria . Me estremecí . Pero automáticamente , me reproché a mí mismo tanta suspicacia . ¿ Es que empezaba a ver espías por todas partes.
La cuestión quedó zanjada . Anthony me procuraría ese coche . Pero con dos condiciones : dado lo avanzado del día , sólo podría estar listo a primera hora de la mañana del sábado y con la inexcusable obligación de contartar a un chófer y a un guía , igualmente árabes . Aquello me sublevó . Pero no tenía alternativa . Y esa noche , mientras repasaba el plan , me propuse darles esquinazo en el momento oportuno . No veía muy claro el porqué de aquellas exigencias . y mi natural desconfianza se impuso .
Los recelos - ya no sé si infundados - crecieron lo suyo cuando , en la mañana de ese sábado , 22 de noviembre , un tal Michael se presentó a mí como el guía designado por Salman . Había vivido en España , hablaba castellano y , durante el centenar largo de kilómetros que nos separaban de Cesarea , se mostró igualmente interesado en mis actividades profesionales y , en especial , en mi plan de trabajo para esos días . Le respondí con la misma amabilidad , pero sin soltar prenda sobre mis autenticos ogjetivos . Tanto y tan específicos interés por mi labor como periodista y escritor no era normal . Así que , sin pensarlo dos veces , opté por desembarazarme de mis acompañantes antes de la caída del sol .
Tras la instructiva reunión con Waschsmann , el arqueólogo judío - canadiense , ordené al silecioso conductorn que tomara la carretera de Nazaret . No hubo muchas preguntas . Al atacar el último repecho que desemboca en la entrañable ciudad de Jesús , les indiqué que detuvieran el automóvil a las puertas del hotel Nazaret , en las afueras de la población . Y antes de que pudieran reaccionar , me despedí de ellos , informándoles que prescindía de sus servicios y que , si lo deseaban , podían regresar a Jerusalén . Ni siquiera me atreví a mirar atrás . Al cruzar la puerta del oscuro y vetusto albergue , guía y chofer continuaban enzarzados en una aireada discusión , en árabe , que , naturalmente , no comprendí .
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
La cuestión quedó zanjada . Anthony me procuraría ese coche . Pero con dos condiciones : dado lo avanzado del día , sólo podría estar listo a primera hora de la mañana del sábado y con la inexcusable obligación de contartar a un chófer y a un guía , igualmente árabes . Aquello me sublevó . Pero no tenía alternativa . Y esa noche , mientras repasaba el plan , me propuse darles esquinazo en el momento oportuno . No veía muy claro el porqué de aquellas exigencias . y mi natural desconfianza se impuso .
Los recelos - ya no sé si infundados - crecieron lo suyo cuando , en la mañana de ese sábado , 22 de noviembre , un tal Michael se presentó a mí como el guía designado por Salman . Había vivido en España , hablaba castellano y , durante el centenar largo de kilómetros que nos separaban de Cesarea , se mostró igualmente interesado en mis actividades profesionales y , en especial , en mi plan de trabajo para esos días . Le respondí con la misma amabilidad , pero sin soltar prenda sobre mis autenticos ogjetivos . Tanto y tan específicos interés por mi labor como periodista y escritor no era normal . Así que , sin pensarlo dos veces , opté por desembarazarme de mis acompañantes antes de la caída del sol .
Tras la instructiva reunión con Waschsmann , el arqueólogo judío - canadiense , ordené al silecioso conductorn que tomara la carretera de Nazaret . No hubo muchas preguntas . Al atacar el último repecho que desemboca en la entrañable ciudad de Jesús , les indiqué que detuvieran el automóvil a las puertas del hotel Nazaret , en las afueras de la población . Y antes de que pudieran reaccionar , me despedí de ellos , informándoles que prescindía de sus servicios y que , si lo deseaban , podían regresar a Jerusalén . Ni siquiera me atreví a mirar atrás . Al cruzar la puerta del oscuro y vetusto albergue , guía y chofer continuaban enzarzados en una aireada discusión , en árabe , que , naturalmente , no comprendí .
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
puede comentar todas las personas que lo deseen , con educación y respeto