miércoles, 26 de agosto de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 2 - 9 de abril , domingo ( 69 )

Fuimos a sentarnos  en la segunda piedra , la que se hallaba tirada en el centro del Callejón , y empezamos a discutir  entre nosotras . Ni José ni Nicodemo nos habían insinuado  que el cuerpo debiera ser trasladado . Llegamos a enfadarnos  , incluso , molestas por lo que estimábamos  una falta de delicadeza . Pero , casi al momento  , rechazamos esta posibilidad  . El hurto tenía que ser obra de otras personas . Seguramente  , comentamos , los responsables han sido Caifás y sus ratas ... Además , había  otro detalle  inexplicable  . Cuando empezó a clarear , con algo más de luz  y serenidad , entramos de nuevo en la tumba , confirmando el extraño orden de los lienzos .
Aquello me interesaba  sobremanera . Y simulando no haber entendido  , les rogué  que repitieran sus explicaciones . Efectivamente , las mujeres  - más perpiscaces  que los hombres para estas cuestiones - también habían reparado en la singular disposición de la sábana  y del pañolón .
- Era muy raro - insistieron -. Si alguien roba un cadáver , ¿ por qué ve a entretenerse en dejar la sábana  tan bien dispuesta ?
En aquellos momentos  de confusión , a pesar de la evidencia  de la mortaja , la Magdalena y sus compañeras siguieron empeñadas en que todo aquello era obra humana  . Tuvo que suceder << algo >> muy especial para que empezaran a entender ....
- El primer toque  de las trompetas del Templo - avanzó la de Magdala  - nos sacó de tan enmarañada discusión . Y nos disponíamos  regresar para comunicar estos sucesos  cuando , de improviso , al subir las escaleras  del panteón , vimos a un hombre  bajo los árboles .
- ¿ Y cómo supisteis que era un hombre ?
La súbita pregunta  de Simón Pedro llevaba una irritante  carga de ironía . Y la mayoría de los discípulos  rió la ocurrencia  .
El rostro de la Magdalena  volvió a endurecerse  . En ese momento reparé en el jarrón  de barro situado  sobre la mesa . Allí continuaban los manojos de espliego y los lirios blancos  y morados  que yo había arrancado  en los alrrededores de Getsemaní y que habían adornado la << U >> durante la última cena . Consevaban aún buena parte  de su fragancia  y lozanía  . Y en un desesperado intento  por aliviar la tensión  y demostrar mi fe en las palabras de la hebrea  , alargué el brazo  , tomando una  de las delicadas flores  . Me incorporé , abrí las palmas  de sus manos  y , con una dulce sonrisa  , le supliqué  que la aceptara  . María , consternada  , pasó del dolor  y la rabia a la gratitud . Regrsé a mi diván y , ante el estupor de los mordaces discípulos  y la mirada de aprobaciónde Juan Marcos , le hice ver que ardía en deseos de conocer el resto .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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