lunes, 24 de agosto de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 2 - 9 de aberil , domingo - Año 30 ( 55 )

Apremiado por el tiempo y sin el menor  deseo de repetir  mi anterior y agitada  experiencia  , tomé como referencia  las altas torres de Marianne y Phasael , en el palacio herodiano  , dirigiendo mis pasos  hacia poniente , . Rodeé el barrio  de las tintorerias  y , tras unos momentos de duda , identifiqué  la gran casona de Anás y el murete enrejado  que cercaba el memorable  patio de las negaciones de Pedro  . Y a cosa de un minuto , al doblar una de las esquinas  , se presentó ante mí la lujosa mansión de los Marcos .
Eliseo , con cierta premura , me recordó que faltaban dos horas y media para mi obligado regreso al módulo .
Avancé despacio , paseando la mirada  por la sólida fachada  de piedra trabajada  , acarreada por los padres de Elías Marcos  desde las canteras de Beth - Lerem , en una colina  próxima  a Técoa  . Aquella mansión de dos plantas  - de tan calidos  recuerdos - parecía  muerta . Silenciosa  ...  Me situé frente a la alta  y pesada puerta de roble  , contemplando  y reconociendo la mezuza que adornaba  su costado derecho : una fina tira de madera  de sicomoro de 10 por 3 centímetros  , empotrada  enla jamba  y en cuya superficie  habían sido grabados a fuego los mandamientos  de Dios . Todo judío respetuoso conla tradición ponía especial cuidado en tocar la mezuza  con los dedos , llevándoselos des`pués a los labios  cuando salia o retornaba a su hogar.
E inspirando profundamente empujé una de las hojas , que giró perezosa en sus goznes .
Salvé el corto vestíbulo y , al asomarme al espacioso patio a cielo abierto , distinguí al fondo algunas caras conocidas . El joven Juan Marcos  , en cuclillas  , observaba  atentamente a uno de los sirvientes  . Armado de un largo bastón , el criado batía  con ímpetu un hinchado odre de piel de cabra  que colgaba de un trípode de madera . Un segundo sirviente          , arrodillado frente a los toscos maderos  , sujetaba dos de ellos , procurando que los certeros bastonazos  no los removiera  del rojizo enladrillado . Era una ancestral y habitual fórmula entre los pueblos de Oriente a la hora de elaborar la mantequilla . El pellejo en cuestión se llenaba  de leche agria - generalmente de cabra u oveja , ya que la de camella carece de nata  - y , de acuerdo con las costumbres de cada región , golpeado o mecido , removiendo así el contenido .- ¡ Paz a los de esta casa !
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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