lunes, 24 de agosto de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 2 - 9 de abril , domingo - año 30 ( 59 )

Sólo uno había sido desplazado  y pegado materialmente  al muro de la derecha  ( tomando siempre como referencia la puerta de entrada al salón ). Mis ojos  fueron ajustandose  a la penumbra  y , entre las sombras  , mientras la madre de Juan Marcos  abandonaba la leche  junto a la mesa  liberándose de la bandeja  , creí oír unos gemidos  . Al fondo , en el ángulo izquierdo , descubrí entonces el origen de los apagados lamentos . Eran cuatro o cinco bultos .
Avancé uno o dos pasos  , sintiendo el crujido del entarimado  . Juan Marcos  se agarró a mi brazo  , empujándome  hacia aquel rincón . Frente a mí , reclinados  o sentados  en nueve de los doce bancos  , se hallaba la mayoría  de los apóstoles . El mutismo entre ellos era total  . En una primera  y deficiente  observación  no supe si los que se encontraban tumbados  dormían o , simplemente  , descansaban . Creo que ni me miraron .  Me dejé arrastrar por el muchacho , desfilando lentamente  junto a los abatidos galileos  . Sí , quizá  sea ésa  la expresión  más adecuada  : abatidos  , con los rostros bajos y las manos prietas y crispadas entre los pliegues  de los mantos multicolores  . Me detuve un instante , contando de nuevo y tratando de identificarlos  . Faltaban dos . El Iscariote , por supuesto , y otro ... Pero ¿ cual ? El décimo hombre  , el que se hallaba  reclinado en el diván apostado junto a la pared , tenía el rosro pegado al muro . Alrededor de la >> u >> distinguí a los hermanos Zebedeos , a Mateo Leví , a los gemelos  - que , con su habitual presteza  , terminaron por incorporarse , ayudando a María  a llenar los cuencos  con leche caliente -, a Felipe , el << intendente >> y a Bartolomé - ambos acostados y con las cabezas semicubiertas por losm ropones -, al jefe dem todos ellos  . Andrés  , que no dejaba  de mirar hacia el rincón del que partían  los intermitentes sollozos  , y a Pedro , sentado y restregando su redonda cara con ambas manos . El décimo apóstol - el que se ocultaba a la derecha de la estancia  - sólo podía ser Simón , el Zelote o Tomás ...
Juan Marcos terminó por conducirme  hasta el punto donde , en efecto , se agrupaban cinco mujeres . Una de ellas era rodeada  y asistida por el resto . Pero , de pronto , cuando me disponía  a veriguar la identidad de la que gimoteaba  , una conocida , potente y enroquecida voz me obligó a volverme .
- ¡ Visiones  ! .... ¡ Eso es lo que habéis  tenido ! ¡ Visiones propias de mujeres asustadizas  y necias !
Pedro , en pie , gesticulando y con el cuello hinchado por aquel súbito arrebato , prosiguió en un tono de reproche  .
- ¡ La tumba vacía  ... ! El ayuno y el llanto te han trastornado .... ¡ Maldita sea ! ¿ Por que no nos dejas en paz con nuestra pena ?
Autor <. <j.<j.<benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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