Sólo uno había sido desplazado y pegado materialmente al muro de la derecha ( tomando siempre como referencia la puerta de entrada al salón ). Mis ojos fueron ajustandose a la penumbra y , entre las sombras , mientras la madre de Juan Marcos abandonaba la leche junto a la mesa liberándose de la bandeja , creí oír unos gemidos . Al fondo , en el ángulo izquierdo , descubrí entonces el origen de los apagados lamentos . Eran cuatro o cinco bultos .
Avancé uno o dos pasos , sintiendo el crujido del entarimado . Juan Marcos se agarró a mi brazo , empujándome hacia aquel rincón . Frente a mí , reclinados o sentados en nueve de los doce bancos , se hallaba la mayoría de los apóstoles . El mutismo entre ellos era total . En una primera y deficiente observación no supe si los que se encontraban tumbados dormían o , simplemente , descansaban . Creo que ni me miraron . Me dejé arrastrar por el muchacho , desfilando lentamente junto a los abatidos galileos . Sí , quizá sea ésa la expresión más adecuada : abatidos , con los rostros bajos y las manos prietas y crispadas entre los pliegues de los mantos multicolores . Me detuve un instante , contando de nuevo y tratando de identificarlos . Faltaban dos . El Iscariote , por supuesto , y otro ... Pero ¿ cual ? El décimo hombre , el que se hallaba reclinado en el diván apostado junto a la pared , tenía el rosro pegado al muro . Alrededor de la >> u >> distinguí a los hermanos Zebedeos , a Mateo Leví , a los gemelos - que , con su habitual presteza , terminaron por incorporarse , ayudando a María a llenar los cuencos con leche caliente -, a Felipe , el << intendente >> y a Bartolomé - ambos acostados y con las cabezas semicubiertas por losm ropones -, al jefe dem todos ellos . Andrés , que no dejaba de mirar hacia el rincón del que partían los intermitentes sollozos , y a Pedro , sentado y restregando su redonda cara con ambas manos . El décimo apóstol - el que se ocultaba a la derecha de la estancia - sólo podía ser Simón , el Zelote o Tomás ...
Juan Marcos terminó por conducirme hasta el punto donde , en efecto , se agrupaban cinco mujeres . Una de ellas era rodeada y asistida por el resto . Pero , de pronto , cuando me disponía a veriguar la identidad de la que gimoteaba , una conocida , potente y enroquecida voz me obligó a volverme .
- ¡ Visiones ! .... ¡ Eso es lo que habéis tenido ! ¡ Visiones propias de mujeres asustadizas y necias !
Pedro , en pie , gesticulando y con el cuello hinchado por aquel súbito arrebato , prosiguió en un tono de reproche .
- ¡ La tumba vacía ... ! El ayuno y el llanto te han trastornado .... ¡ Maldita sea ! ¿ Por que no nos dejas en paz con nuestra pena ?
Autor <. <j.<j.<benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Avancé uno o dos pasos , sintiendo el crujido del entarimado . Juan Marcos se agarró a mi brazo , empujándome hacia aquel rincón . Frente a mí , reclinados o sentados en nueve de los doce bancos , se hallaba la mayoría de los apóstoles . El mutismo entre ellos era total . En una primera y deficiente observación no supe si los que se encontraban tumbados dormían o , simplemente , descansaban . Creo que ni me miraron . Me dejé arrastrar por el muchacho , desfilando lentamente junto a los abatidos galileos . Sí , quizá sea ésa la expresión más adecuada : abatidos , con los rostros bajos y las manos prietas y crispadas entre los pliegues de los mantos multicolores . Me detuve un instante , contando de nuevo y tratando de identificarlos . Faltaban dos . El Iscariote , por supuesto , y otro ... Pero ¿ cual ? El décimo hombre , el que se hallaba reclinado en el diván apostado junto a la pared , tenía el rosro pegado al muro . Alrededor de la >> u >> distinguí a los hermanos Zebedeos , a Mateo Leví , a los gemelos - que , con su habitual presteza , terminaron por incorporarse , ayudando a María a llenar los cuencos con leche caliente -, a Felipe , el << intendente >> y a Bartolomé - ambos acostados y con las cabezas semicubiertas por losm ropones -, al jefe dem todos ellos . Andrés , que no dejaba de mirar hacia el rincón del que partían los intermitentes sollozos , y a Pedro , sentado y restregando su redonda cara con ambas manos . El décimo apóstol - el que se ocultaba a la derecha de la estancia - sólo podía ser Simón , el Zelote o Tomás ...
Juan Marcos terminó por conducirme hasta el punto donde , en efecto , se agrupaban cinco mujeres . Una de ellas era rodeada y asistida por el resto . Pero , de pronto , cuando me disponía a veriguar la identidad de la que gimoteaba , una conocida , potente y enroquecida voz me obligó a volverme .
- ¡ Visiones ! .... ¡ Eso es lo que habéis tenido ! ¡ Visiones propias de mujeres asustadizas y necias !
Pedro , en pie , gesticulando y con el cuello hinchado por aquel súbito arrebato , prosiguió en un tono de reproche .
- ¡ La tumba vacía ... ! El ayuno y el llanto te han trastornado .... ¡ Maldita sea ! ¿ Por que no nos dejas en paz con nuestra pena ?
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Un abrazo
Antonio Martinez
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