Que yo recordara , durante mi estancia en la aldea , no se produjo compra o venta alguna entre la familia y quien esto escribe . Tampoco era portador de ídolos ni había incitado a nadie al culto idolátrico . Sí permanecí a solas con los diferentes miembros del clan . Y recorrí incluso la población en compañía de los hijos de la Señora . Pero , sinceramente , hecho como aquel eran frecuentes y normales . Mucho más en la liberal Galilea . El propio sacerdote departió conmigo en varias ocasiones y en solitario . No , aquello resultaba excesivamente retorcido . Ninguún tribunal habría aceptado una demanda semejante .
Y de pronto me vino a la memoria la intrascendente cura efectuada a María . Según el riguroso código religioso , cuando el médico no percibía salario , sí podía estimarse como una violación de la normativa y , por tanto , como un pecado de idolatría . Rechacé la idea . La trivial exploración de la herida y la posterior limpieza sólo fueron presenciadas por los hijos , el sirviente y el Zebedeo . Ninguno lo hubiera denunciado . ¿ O sí ? ¿ Quizá el vengativo discípulo ? Imposible - traté de tranquilizarme -, Juan permaneció bajo vigilancia en todo momento .
Como digo , fui incapaz de poner en pie un argumento que justificara la acusación del Zebedeo . La esquiva actitud de Santiago , sin embargo , parecía darle la razón . Tenía que interrogarlos . Tenía que escapar de aquella mortificante duda .
Y sumido en estas reflexiones me vi de pronto en la menguada planicie ubicada en la cota << 532 >> , y en la que reinaba , como gran protagonista , aquel salto de agua de cinco metros .
El grupo se detuvo frente al rumoroso estanque semicircular , saciando la sed y refrescándose . Y este explorador hizo otro tanto . Solté el lienzo que sujetaba el denario de plata contra mi frente e inspeccioné el hematoma . Había remitido considerablemente . Y tras un rápido aseo - no deseando defraudar a la Señora - volví a colocar la moneda , anudando el lino.
Santiago , más relajado , observó la operación de soslayo y esbozó una sonrisa , divertido ante el estrafalario perfil de aquel griego .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Y de pronto me vino a la memoria la intrascendente cura efectuada a María . Según el riguroso código religioso , cuando el médico no percibía salario , sí podía estimarse como una violación de la normativa y , por tanto , como un pecado de idolatría . Rechacé la idea . La trivial exploración de la herida y la posterior limpieza sólo fueron presenciadas por los hijos , el sirviente y el Zebedeo . Ninguno lo hubiera denunciado . ¿ O sí ? ¿ Quizá el vengativo discípulo ? Imposible - traté de tranquilizarme -, Juan permaneció bajo vigilancia en todo momento .
Como digo , fui incapaz de poner en pie un argumento que justificara la acusación del Zebedeo . La esquiva actitud de Santiago , sin embargo , parecía darle la razón . Tenía que interrogarlos . Tenía que escapar de aquella mortificante duda .
Y sumido en estas reflexiones me vi de pronto en la menguada planicie ubicada en la cota << 532 >> , y en la que reinaba , como gran protagonista , aquel salto de agua de cinco metros .
El grupo se detuvo frente al rumoroso estanque semicircular , saciando la sed y refrescándose . Y este explorador hizo otro tanto . Solté el lienzo que sujetaba el denario de plata contra mi frente e inspeccioné el hematoma . Había remitido considerablemente . Y tras un rápido aseo - no deseando defraudar a la Señora - volví a colocar la moneda , anudando el lino.
Santiago , más relajado , observó la operación de soslayo y esbozó una sonrisa , divertido ante el estrafalario perfil de aquel griego .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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