sábado, 23 de abril de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 5 - 29 de abril , sábado ( 19 )

Nada más acceder a la playa , muchos de los grupos se movilizaron en dos grupos  . Mientras unos recorrían la costa a la búsqueda de toda suerte de combustible , otros - preferentemente mujeres - se arrodillaban en la orilla  , descamando y limpiando tilapias . Y poco a poco , aquí y allá , fueron surgiendo pequeñas hogueras . Los hombres , de pie , de espaldas al lago , formaron murallas protectoras , evitando que el viento arruinara las modestas candelas . Y las mujeres procedieron al asado  de los peces .
A todas luces , aquello - más que una reunión de darácter religioso - se me antojó una festiva jornada  << de campo o de playa >> , según se mire . A nadie parecía preocuparle la prometida aparición de los discípulos  del rabí de Galilea . No acerté a escuchar un solo comentario sobre la supuesta << presencias >> del Resucitado . Y durante un rato se limitaron a dar buena cuenta del almuerzo .
De vez en cuando los niños , reclamados por las madres  , corrían hasta las fogatas , tomaban un grasiento trozo de pescado y regresaban alborozados a sus juegos .
Y así continuó la << fiesta >> hasta que , poco antes de la hora nona ( las tres ) , el silencio fue apoderándose de los cuatrocientos o quinientos congregados . Y las miradas se dirigieron a la puerta trasera del caserón de los Zebedeos , abierta de par en par . Me puse en pie .
Pedro apareció en primer lugar . Se detuvo unos instantes y , colocando la mano izquierda sobre los ojos  - a manera de visera -, inspeccionó el gentío . A su espalda , el resto del grupo . Mejor dicho , << su >> grupo.
Desde mi posición - a unos cincuenta o sesenta metros - no pude apreciar con nitidez la expresión de su rostro . Pero , a juzgar por el ánimo con que emprendió la bajada , la concentración debió ser de su agrado . Y al pisar la playa , sin pérdida de tiempo , fue a encaramarse a una de las barcas . La mala fortuna , sin embargo , hizo que , nada más saltar al interior , fuera a tropezar con uno de los cabos y cayera sobre las cuadernas . Y una espontánea y general risotada vino a celebrar la impetuosa y torpe irrupción del galileo. Los gemelos , Felipe y Santiago Zebedeo se apresuraron a auxiliarle . No hizo falta falta . Rojo de ira se alzó al momento , corrigiendo la dirección de la espada que sobresalía bajo la faja . Enmendó los pliegues de la túnica palmoteando furioso sobre el abultado abdomen y , sin más preánbulos , se enfrentó a la divertida parroquia .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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