sábado, 16 de abril de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 5 - 28 de abril , viernes - año 30 ( 52 )

Elegí el punto idóneo . Por lógica , economía y rapidez el lugar ideal correspondía a los peñascos que cerraban la calzada por el flanco situado junto al farallón .
Me enfrentaba a dos grandes moles . Ambas superiores al metro y medio de longitud , con alturas máximas que oscilaban alrededor de los cien centímetros . El peso total no bajaría de los quinientos o seiscientos kilos.
La composición de las rocas - caliza con predominio de calcita y estrechas fajas de marga - no constituía mayor problema . Repasé la textura , verificando lo que ya sabíamos por estudios anteriores . Densidad algo inferior a 2,71. Un grano de tipo medio , con diámetros de 3,3 a 1,0milímetros . En otras palabras , un material << dócil  >> fácil de manejar.
Y una vez seguro de dónde y cómo ejecutar la operación , me volví hacia los hombres y bestias , contemplándolos durante algunos segundos . Aquélla , sin duda , era la parte más delicada del << trabajo >> que me dispinía a realizar . Tenía que conseguir que la maniobra pasara inavertida . Aunque me contentaba con algo más simple : lograr que no se acercaran . Pero ¿ cómo ?
Comerciantes , burreros y felah  continuaban enzarzados en la polémica . Y al reparar de nuevo en las cuerdas de asnos , fui a encontrar la solución . << Aquello >>, si daba resultado , me concedería quizá ventaja . Y dispuesto a probar fortuna dirigí los ultrasonidos hacia la testuz de uno de los onagros inmovilizados en primera fila . El fulminante desplome del animal sembró la alarma entre los caravaneros . Y rodeando al exámine burro , luchando por levantarlo . Pero las patadas , varazos , tirones y juramentos no sirvieron de nada .
Aquél era el momento . E introduciéndome entre las inquietas caballerías  , pulsé el clavo que activaba el láser de gas , posicionándolo en la potencia mínima ( unas fracciones de vatio ) . Y sin pérdida de tiempo apunté el cayado hacia las ancas de los cuadrúpedos que miraban hacia Migal . En cinco segundos , otros tantos jumentos acusaron el impacto del finísimo ( inferior a veinticinco micras ) e invisible haz de calor . Y reaccionaron tal y como había supuesto . Doloridos y asustados  , coceando y rebuznando , emprendieron un veloz trote , arrastrando en la estampida a buena parte de sus hermanos . Y tras un primer instante de sorpresa y confusión , la casi totalidad de los burreros , vociferando y con las varas en alto , salió a la carrera en persecución de las reatas . Por supuesto , los gritos y maldiciones sólo consiguieron multiplicar el miedo de los onagros y , obviamente , la distancia a sus cuidadores .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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