miércoles, 13 de abril de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 5 - 28 de abril , viernes - año 30 - ( 38 )

 En ambas márgenes de la ruta , de pie o en cuclillas , apostando en interminables hileras , un ejército de escuálidos , mugrientos y semidesnudos niños y ancianos contemplaban el nervioso desfile de viajeros y caravanas ,  pendiente de cualquier producto que pudiera desprenderse de fardos o canastos o , incluso , de aquellas gavillas o manojos de hortalizas que sobresalían entre el cargamento . En este caso , dependiendo de la suerte y de la benevolencia de los felah , los más audaces se arriesgaban a saltar hacia los jumentos  , arrancando la mercancia . Otros  , más resignados , se contentaban con introducirse entre las patas de los animales , haciendo acopio de los calientes excrementos expulsados por las bestias .
Y en uno de stos arriesgados  asaltos asistí impotente  a una escena  que me heló la sangre . Uno de aquellos infortunados  - un adolescente de diez o doce años  - trató de apresar  el extremo de un mazo de pepinos  que , desequilibrados por el trote del onagro , estaba a punto de caer sobre la polvorienta senda . Pero , con los dedos rozando ya el fruto , uno de los campesinos  - atento a la carga - se precipitó hacia el jovenzuelo , descargando un violento y despiadado mandoble  de su gladius  sobre la muñeca del ladrón . El tajo seccionó limpiamente  la mano , que cayó entre los orines y la negra tierra apisonada  . Y con ella  , la horrorizada y menuda figura del muchacho .
La cruel y desproporcionada  acción del feleh me paralizó . Y le vi alejarse , festejando la << hazaña >> con estépito y sin volver la vista atrás .
Nadie reaccionó . Nadie protestó . Nadie se atrevió a detener al agresor . Nadie se preocupó del pequeño , desmayado sobre el camino , desangrándose y pisoteado por las siguientes reatas.
En cuanto a este perplejo explorador , apenas si tuve tiempo de hilar un solo pensamiento . Uno de los asnos  terminó arrollándome , forzando a quien esto escribe  a continuar entre trompicones e imprecaciones  de los responsables de la cuerda . Y en el caos  , cayendo y alzándome sin demasiado éxito , fui a perder el manto . Y en cuestión de segundos , un amasijo de aquellos desheredados de la fortuna se precipitó sobre el ropón , disputándoselo a mordiscos y puntapies .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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