miércoles, 20 de abril de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 5 - 29 de abril , sábado ( 7 )

En parte me tranquilicé : fue pronunciado en un pésimo arameo . No me equivoqué . Al volverme descubri bajo el dintel de la puerta al griego del gorro de fieltro y la chapa de latón sobre la túnica . Y autoritario indicó con la mano que me aproximara . Obedecí contrariado . Y de malos modos - como si hubiera interrumpido algo importante - preguntó qué deseaba  . En segundos adivinaría el porque de su indignación . Una sensual voz femenina sen escuchó de pronto en el interior de la casa , reclamando insistentemente al griego . Los soldados redondearon la escena con unas mordaces risitas . Aquello sólo vino a caldear la ya embarazosa situación . El aduanero - rojo de ira - perdió la escasa paciencia y , considerándome cómplice de los guardias en la poco caritativa  interrupción , alzó la mano intentando abofetearme .
Detuve el golpe . Y haciendo presa en la muñeca derecha  , con una rápida llave , fuy a doblar el brazo sobre su espalda  , inmovilizándole . Sorprendido , sin dejar de gemir , reclamó el auxilio de los mercenarios  . Y antes de que pudiera darme cuenta las brillantes puntas en flecha de dos pilum oscilaron amanazadoras frente a mi garganta .
Solté al aduanero y , tratando de recomponer los nerviosos ánimos , les hice ver que sólo deseaba satisfacer la tasa y reanudar el camino hacia Saidan . Y cometí el peor de los errores . Animado por una ingenuidad tan conmovedora como peligrosa , eché mano de la bolsa de hule , mostrando el denario de oro .
Debí intuirlo . La aparición del aureus  fue milagrosa . Sospechosamente milagrosa . Griego y soldados modificaron la agresiva actitud y , de pronto , bajando las picas , todo fue cordialidad y buenas maneras .
Los mercenarios , a una señal del funcionario , retornaron bajo el árbol . Y el griego olvidó incluso las obscenas reclamaciones de la mujer . Y deshaciéndose en falsos halagos hacia mi valor y destreza , rogó que disculpara su torpe conducta . Y tomándome por el brazo me acompañó hasta la << vía maris >>, recordándome que - al no transportar carga - no estaba obligado a pagar << peaje >> . Me sentí como un perfecto imbécil . Aquel fallo informativo pudo costarme muy caro .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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