No me sentía con fuerzas para continuar el viaje en la compañía de Santiago y su gente . No podía soportar la idea de caminar junto a ellos y simular que seguía ignorando lo ocurrido . Cualquier mirada , silencio o gesto me hubieran traicionado . Además , ¿ Cómo cubrir con naturalidad los veinticinco kilómetros que restaban para el lago con un Juan Zebedeo dispuesto a masacrarme a la menor oportunidad ? Lo último que deseaba y necesitaba era un nuevo enfrentamiento con el discípulo .
Estaba decidido . Proseguiría en solitario .
El siguiente paso no resultaba tampoco nada facil .
¿ Que podía decirles ?
La intención de Santiago era descansar brevemente en la morada de Meir y continuar esa misma mañana hacia el yam, alcanzando la aldea de Saidan antes del ocaso . ¿ Qué excusa utilizaba cuando , en realidad , todos caminábamos en la misma dirección ? No tenía mucho sentido que pretendiera ganar unos minutos esquivando el obligado alto en la casa del entrañable rofé de las rosas . Sinceramente , me sentí desarmado . Y una vez más - rememorando el estilo del Maestro - abandoné el asunto en manos del Destino . Por aquel entonces - por qué ocultarlo -, quien esto escribe seguía refugiándose en la palabra << Destino >> . Más adelante aprendería a llamar las cosas por su nombre ...
Y el Destino volvió a compadecerse de este indeciso explorador .
El perspicaz David , haciéndose cargo de mi estado de ánimo , me relevó en el transporte de las parihuelas . Y los expedicionarios , cargando los bultos , se adentraron en la arboleda que descendía perezosa al encuentro de sus hermanos , los robles del Tabor .
Y tras unos instantes de penosa duda , opté por seguir sus pasos . Si mis referencias no fallaban , nos encontrábamos a cosa de dos kilómetros y medio de Caná . Algo se me ocurriría . La decisión estaba tomada . No me echaría atrás . Buscaría la forma de despedirme y , rodeando la ciudad , enfilaría la seda que conducía a la ruta principal.
Pero , poco antes de la bifurcación de los caminos el Destino , en efecto , tomó cartas en el asunto .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Estaba decidido . Proseguiría en solitario .
El siguiente paso no resultaba tampoco nada facil .
¿ Que podía decirles ?
La intención de Santiago era descansar brevemente en la morada de Meir y continuar esa misma mañana hacia el yam, alcanzando la aldea de Saidan antes del ocaso . ¿ Qué excusa utilizaba cuando , en realidad , todos caminábamos en la misma dirección ? No tenía mucho sentido que pretendiera ganar unos minutos esquivando el obligado alto en la casa del entrañable rofé de las rosas . Sinceramente , me sentí desarmado . Y una vez más - rememorando el estilo del Maestro - abandoné el asunto en manos del Destino . Por aquel entonces - por qué ocultarlo -, quien esto escribe seguía refugiándose en la palabra << Destino >> . Más adelante aprendería a llamar las cosas por su nombre ...
Y el Destino volvió a compadecerse de este indeciso explorador .
El perspicaz David , haciéndose cargo de mi estado de ánimo , me relevó en el transporte de las parihuelas . Y los expedicionarios , cargando los bultos , se adentraron en la arboleda que descendía perezosa al encuentro de sus hermanos , los robles del Tabor .
Y tras unos instantes de penosa duda , opté por seguir sus pasos . Si mis referencias no fallaban , nos encontrábamos a cosa de dos kilómetros y medio de Caná . Algo se me ocurriría . La decisión estaba tomada . No me echaría atrás . Buscaría la forma de despedirme y , rodeando la ciudad , enfilaría la seda que conducía a la ruta principal.
Pero , poco antes de la bifurcación de los caminos el Destino , en efecto , tomó cartas en el asunto .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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