viernes, 22 de abril de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 5 - 29 de abril , sábado ( 13 )

El lugar parecía tranquilo . Algunas columnas de humo ascendían indolentes . Las familias , conocedoras de la próxima  e incómoda llegada del maarabit , se apresuraban a preparar la comida del sábado , generalmente más cuidada y surtida .
Y una vez más me dejé llevar . El destino , siempre imprevisible , dictaría mis movimientos . Y ya lo creo que lo hizo...
Ataqué los últimos cien metros , coronando la empinada pendiente de casi treita grados que aupaba a Saidan sobre la vega . Y a la vista de las primeras casas me detuve de nuevo bajo el perfumado bosquecillo de sauces y tamariscos del Jordán que sombreaban el final del camino . Los relojes del módulo debían de marcar las once u once y media .
El anárquico cuadro de casitas de una planta se presentó ante este indeciso explorador como un impertinente dilema . ¿ Qué dirección tomaba ? ¿ Me dirigía directamente a la puerta principal del caserón de los Zebedeo ? ¿ Rodeaba las callejuelas y me dirigía a la playa ? ¿ Aguardaban a que llegara la muchedumbre emplazada por Pedro para la hora nona ? Y de pronto me vi asaltado por otro pensamiento . Había transcurrido una semana desde la solemne promesa de Simón de hablar abiertamente a la multitud sobre la resurrección del Maestro . ¿ Recordaría la gente la referida cita ?
Y obedeciendo un extraño << impulso >> me decidí por la  << calle mayor >>. ( El hipotético lector de este diario sabrá disculpar la licencia . La supesta << calle mayor >> era en realidad la continuación del rústico camino que conducía a la aldea y que la atravesaba de parte a parte )
Avancé entre los oscuros muros de basalto , hundiéndome sin remedio en el fango . Las lluvias habían convertido el lugar en un cenagal por el que correteaban alegres y despreocupados pelotones de niños descalzos , armados de varas y palos , persiguiendo y mortificando a otras tantas cuadríllas de embarradas y escalonadas ocas . Algunas matronas espiaron mi penoso caminar desde las puertas , siempre abiertas , o por las estrechas troneras que hacían las veces de ventanas . Y el zumbido de las moscas , nacidas a millares en los recalentados estercoleros que menudeaban entre los callejones , el olor a guisotes y pescado frito que escapaba de los patios y las rebeldes humaredas de las fogatas que combatian la penumbra de las míseras viviendas terminaron envolviéndome como un todo pertinaz e insufrible..
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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