Y hacia las 14 horas , ante nuestra sorpresa , por el este ( la desembocadura del Zají ) , por el oeste ( siguiendo el camino de Nahum ) y por las escaleras que descendían de la aldea , comenzó a registrarse un lento e ininterrumpido fluir de hombres , mujeres y niños . Y recordé la convocatoria de Simón Pedro : << en la playa , a la hora nona >>.
Y el viejo Zebedeo , poco amante de este tipo de concentraciones , hizo ademán de despedirse . Pero , aturdido por lo que calificó como << imperdonable descuido >>, me rogó tuviara a bien compartir con ellos la comida del sábado . Con todo el tacto de que fui capaz le expliqué que - dadas las circunstancias , bien conocidas por él - no consideraba prudente personarme en su hogar . Y bien que lo sentía . Prefería esperar en la playa . Una vez concluido el discurso de Pedro abandonaría Saidan . Y prometí visitarle en los próximos días . La verdad es que una de las fases de la misión me obligaba a ello .
Lo comprendió y , deseándome paz , se retiró presuroso , desapareciendo escaleras arriba .
Y durante casi una hora permanecí apaciblemente sentado a la sombra de la embarcación , pendiente de los grupos que iban tomando la playa y que , como yo , buscaban frescor al socaire de las lanchas.
Algunos niños - ajenos al verdadero motivo de la presencia de sus padres en el lugar - terminaron haciendo lo más sensato en aquellos calurosos momentos : abandonando túnicas y calzado en la orilla , se arrojaron al yam , jugando y disfrutando con el gratificante baño . Y nadando hasta las barcas próximas las tomaron por asalto . Y allí prosiguieron la diversión , arrojándose a las aguas con estrépito y en todas las posturas imaginables . Los gritos , risas , y chapoteos me tuvieron ensimismado durante largos minutos .
Por lo que pude apreciar , aquellas gentes - en su mayoría - eran sencillos felah , trabajadores y artesanos de las poblaciones vecinas . También distinguí un buen número de am- ha- arez ( la escoria del pueblo ) , semidesnudos y protegiéndose del sol por largos lienzos negros y rojos que arrollaban alrededor de la cabeza . No observé sacerdotes o representantes de la sinagoga más cercana , la de Nahum . Tampoco soldados ..
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Y el viejo Zebedeo , poco amante de este tipo de concentraciones , hizo ademán de despedirse . Pero , aturdido por lo que calificó como << imperdonable descuido >>, me rogó tuviara a bien compartir con ellos la comida del sábado . Con todo el tacto de que fui capaz le expliqué que - dadas las circunstancias , bien conocidas por él - no consideraba prudente personarme en su hogar . Y bien que lo sentía . Prefería esperar en la playa . Una vez concluido el discurso de Pedro abandonaría Saidan . Y prometí visitarle en los próximos días . La verdad es que una de las fases de la misión me obligaba a ello .
Lo comprendió y , deseándome paz , se retiró presuroso , desapareciendo escaleras arriba .
Y durante casi una hora permanecí apaciblemente sentado a la sombra de la embarcación , pendiente de los grupos que iban tomando la playa y que , como yo , buscaban frescor al socaire de las lanchas.
Algunos niños - ajenos al verdadero motivo de la presencia de sus padres en el lugar - terminaron haciendo lo más sensato en aquellos calurosos momentos : abandonando túnicas y calzado en la orilla , se arrojaron al yam , jugando y disfrutando con el gratificante baño . Y nadando hasta las barcas próximas las tomaron por asalto . Y allí prosiguieron la diversión , arrojándose a las aguas con estrépito y en todas las posturas imaginables . Los gritos , risas , y chapoteos me tuvieron ensimismado durante largos minutos .
Por lo que pude apreciar , aquellas gentes - en su mayoría - eran sencillos felah , trabajadores y artesanos de las poblaciones vecinas . También distinguí un buen número de am- ha- arez ( la escoria del pueblo ) , semidesnudos y protegiéndose del sol por largos lienzos negros y rojos que arrollaban alrededor de la cabeza . No observé sacerdotes o representantes de la sinagoga más cercana , la de Nahum . Tampoco soldados ..
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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