Salvado el primer repecho , al conquistar la cota << 511 >>, el grupo descansó . El Zebedeo alcanzó a los porteadores de las parihuelas y , por espacio de breves instantes , los vi dialogar . Parecían referirse al abrupto camino que debía conducirnos en los próximos cuatro kilómetros y que desembocaba en el desfiladero de los leprosos . Y el recuerdo del incidente en Ein Mahil me intranquilizó .
Según lo convenido sustituí al criado en el transporte de la Señora . Acomodé la << vara de Moisés >> junto a María y , reouestas las fuerzas , atacamos el segundo tramo . Y aunque el peso no era excesivo , lo escarpado del terreno - en permanente y pronunciado descenso -, unido al espeso y cerrado monte bajo , convirtieron la marcha en una tortura .
María , sin una protesta , tuvo que soportar más de uno y más de dos encontronazos con el pedregoso senderillo , consecuencia - en la mayor parte de los casos - de mi proverbial torpeza .
Y poco más o menos a la hora de nuestra partida de Nazaret , jadeantes y sudorosos , los expedicionarios entrábamos en la hoz de altas paredes , hoy conocida como Ein Mahil y que entonces constituía el forzoso amparo de los leprosos de la región.
Y como sucediera en el camino de ida , al contemplar el desfiladero , mujeres y hombres se estremecieron . Nadie habló . Y las miradas recorrieron desconfiadas los cuatrocientos o quinientos metros que nos separaban del final del silencioso barranco.
Santiago , en voz baja , nos previno . Era menester atravesarlo con sigilo y a la máxima velocidad.
Nunca llegué a acostumbrarme a aquel ancestral e irracional terror que demostraban las gentes - de toda clase y condición - hacia unos infortunados que , como aquellos , malvivían en oquedades , minas abandonadas y remotos bosques o pantanos . Precisamente por ello , al comprobar las numerosas y audaces aproximaciones del Maestro a estos infelices , mi admiración por el rabí de Galilea no tuvo límites . Pero de estos emocionantes sucesos me ocuparé en su momento.
Alcé la vista hacia los agrestes y verticales taludes , pero sólo recibí la quietud de los matorrales de ezov ( el hisopo sirio ) y de los descolgados terebintos . Las bocas de las galerias - habituales refugios de estos << impuros >> - aparecían igualmente en paz.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Según lo convenido sustituí al criado en el transporte de la Señora . Acomodé la << vara de Moisés >> junto a María y , reouestas las fuerzas , atacamos el segundo tramo . Y aunque el peso no era excesivo , lo escarpado del terreno - en permanente y pronunciado descenso -, unido al espeso y cerrado monte bajo , convirtieron la marcha en una tortura .
María , sin una protesta , tuvo que soportar más de uno y más de dos encontronazos con el pedregoso senderillo , consecuencia - en la mayor parte de los casos - de mi proverbial torpeza .
Y poco más o menos a la hora de nuestra partida de Nazaret , jadeantes y sudorosos , los expedicionarios entrábamos en la hoz de altas paredes , hoy conocida como Ein Mahil y que entonces constituía el forzoso amparo de los leprosos de la región.
Y como sucediera en el camino de ida , al contemplar el desfiladero , mujeres y hombres se estremecieron . Nadie habló . Y las miradas recorrieron desconfiadas los cuatrocientos o quinientos metros que nos separaban del final del silencioso barranco.
Santiago , en voz baja , nos previno . Era menester atravesarlo con sigilo y a la máxima velocidad.
Nunca llegué a acostumbrarme a aquel ancestral e irracional terror que demostraban las gentes - de toda clase y condición - hacia unos infortunados que , como aquellos , malvivían en oquedades , minas abandonadas y remotos bosques o pantanos . Precisamente por ello , al comprobar las numerosas y audaces aproximaciones del Maestro a estos infelices , mi admiración por el rabí de Galilea no tuvo límites . Pero de estos emocionantes sucesos me ocuparé en su momento.
Alcé la vista hacia los agrestes y verticales taludes , pero sólo recibí la quietud de los matorrales de ezov ( el hisopo sirio ) y de los descolgados terebintos . Las bocas de las galerias - habituales refugios de estos << impuros >> - aparecían igualmente en paz.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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