Pero , una vez salvado el obstáculo , fui a encontrarme con la auténtica dimensión del problema . El Panorama , al otro lado , era desolador . Y justificaba la excitación de los caravaneros . Los caminantes que marchaban en solitario o con cargamentos livianos podían considerarse afortunados . Pero las reatas de onagros y bueyes que se apretaban en la calzada la situación , en cambio , era desesperada . El paso de los animales entre las rocas era impracticable . Y dueños y conductores , indignados , iban y venían hasta la barrera , maldiciendo , gimiendo y discutiendo . Algunos , formando causa común , se entregaron al estéril intento de levantar los peñascos de menor calibre . La lucha duró poco . Las piedras pequeñas fueron desplazadas con celeridad . No así las rocas ubicadas en los flancos de la masa central . Y sudorosos , jedeantes y vencidos , terminaron sentándose sobre las losas , con las cabezas hundidas entre las rodillas .
Los animales - varias decenas - habían taponado la carretera . Dos de las cuerdas - integradas por unos quince asnos - parecían especialmente afectadas por el corte . Y me hice cargo de la rabia , de los improperios y del llanto de sus cuidadores . Estas caravanas , cargando canastos y cántaros de todos los tamaños , descendían a diario desde el monte Hermón con una delicada mercancía : nieve . Generalmente aprovechaban la noche para transportarla hasta los puntos más recónditos de Israel . Y a pesar del esmerado embalaje y del abundante helecho que la preservaba , el fuerte calor comenzaba a deteriorarla . Los fardos chorreaban alarmantemente ante la lógica desesperación de los burreros .
Aquellos hombres - galileos en su mayoría -, tratando de escapar de la ruina , se interpelaban sin cesar , cayendo en agrias y absurdas discusiones que , por supuesto . no llevaban a ninguna parte . Sólo uno de los conductores - más templado y sensato que el resto - discurría con serenidad . Pero las soluciones aportadas por este caravanero - un individuo de mediana edad al que le faltaba el pie izquierdo y que se ayudaba en su caminar con una negra y lustrosa muleta - no satisfacían a sus codiciosos e impacientes compañeros . La verdad es que no quedaban muchas opciones . Contratar lanchas - como sugería el cojo - y descargar la nieve , transportándola así hasta Tiberíades , representaba un tiempo y un costo adicionel que - a juzgar por las airadas protestas de la mayoría - no estaban dispuestos a asumir . La segunda posibilidad - dar la vuelta y vender la carga en las localidades cercanas - tampoco era del agrado de los comerciantes . El precio de la nieve , sin duda , bajaría considerablemente .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Los animales - varias decenas - habían taponado la carretera . Dos de las cuerdas - integradas por unos quince asnos - parecían especialmente afectadas por el corte . Y me hice cargo de la rabia , de los improperios y del llanto de sus cuidadores . Estas caravanas , cargando canastos y cántaros de todos los tamaños , descendían a diario desde el monte Hermón con una delicada mercancía : nieve . Generalmente aprovechaban la noche para transportarla hasta los puntos más recónditos de Israel . Y a pesar del esmerado embalaje y del abundante helecho que la preservaba , el fuerte calor comenzaba a deteriorarla . Los fardos chorreaban alarmantemente ante la lógica desesperación de los burreros .
Aquellos hombres - galileos en su mayoría -, tratando de escapar de la ruina , se interpelaban sin cesar , cayendo en agrias y absurdas discusiones que , por supuesto . no llevaban a ninguna parte . Sólo uno de los conductores - más templado y sensato que el resto - discurría con serenidad . Pero las soluciones aportadas por este caravanero - un individuo de mediana edad al que le faltaba el pie izquierdo y que se ayudaba en su caminar con una negra y lustrosa muleta - no satisfacían a sus codiciosos e impacientes compañeros . La verdad es que no quedaban muchas opciones . Contratar lanchas - como sugería el cojo - y descargar la nieve , transportándola así hasta Tiberíades , representaba un tiempo y un costo adicionel que - a juzgar por las airadas protestas de la mayoría - no estaban dispuestos a asumir . La segunda posibilidad - dar la vuelta y vender la carga en las localidades cercanas - tampoco era del agrado de los comerciantes . El precio de la nieve , sin duda , bajaría considerablemente .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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