Y con el alba - hacia las 5,30 horas - -, apremiada por el inquieto Jacobo , la primera de las expediciones desaparecía rumbo a la cima del Nebí , acortando así el camino hacia la ruta de la vecina Séforis .
Nadie se lamentó . Nadie pronunció una palabra más alta que la otra . Nadie se despidió .
Y el segundo grupo , tras atrancar la puerta las puertas exteriores de la vivienda , a una señal de Santiago enfiló solitaria y embarrada << calle norte >> , perdiéndose con prisas hacia las << puertas >> de Nazaret .
Dada la imposibilidad de María para caminar con seguridad y presteza , los hijos acondicionaron unas parihuelas , sujetando uno de los edredones a dos gruesas pértigas de madera . Y aunque poco ortodoxo , el armazón cumpliría su cometido : La Señora pudo viajar con una relativa comodidad . Los hombres , salvo el Zebedeo , nos turnamos en el transporte de las angarillas . En un primer momento - hasta que alcanzamos lo que bauticé como la la cota << 511 >> -, la responsabilidad de las andas corrió a cargo de Santiago , en cabeza , y David . Tanto uno como otro portaban a las espaldas sendos petates de cuero con las viandas y las ropas seleccionadas por las mujeres . Ruth , al igual que Juan , había sido liberada de toda carga . De un cinturón colgaba una mínima bolsa en la que fue depositada una jarrita de vidrio con el extracto de sanícula y una prudencial reserva de paños de lino .
Y este explorador , como si de una maldición se tratara , volvió a responsabilizarse del incómodo pero necesario odre de agua y vinagre . El volumen , de unos veinticuatro log ( alrededor de quince litros ) , era suficiente para satisfacer las necesidades de los seis expedicionarios durante las dos horas escasas que , en principio , nos separaban de la ciudad de Caná .
El paso entre las casuchas , ahora maquilladas en naranja por el amanecer, me sorprendió . El familiar y monótono rigir de la molienda del grano escapaba ya por las puertas entreabiertas . Sin embargo , no se si sujetos por el miedo ola indiferencia , ninguno de los vecinos acertó a salir a nuestro encuentro. Nadie tuvo el coraje de asomarse . Por supuesto , aunque no llegué a decubrir un solo rostro en la penumbra de las ventanas y cancelas , sabía que la precipitada salida de María y su gente estaba siendo espiada .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Nadie se lamentó . Nadie pronunció una palabra más alta que la otra . Nadie se despidió .
Y el segundo grupo , tras atrancar la puerta las puertas exteriores de la vivienda , a una señal de Santiago enfiló solitaria y embarrada << calle norte >> , perdiéndose con prisas hacia las << puertas >> de Nazaret .
Dada la imposibilidad de María para caminar con seguridad y presteza , los hijos acondicionaron unas parihuelas , sujetando uno de los edredones a dos gruesas pértigas de madera . Y aunque poco ortodoxo , el armazón cumpliría su cometido : La Señora pudo viajar con una relativa comodidad . Los hombres , salvo el Zebedeo , nos turnamos en el transporte de las angarillas . En un primer momento - hasta que alcanzamos lo que bauticé como la la cota << 511 >> -, la responsabilidad de las andas corrió a cargo de Santiago , en cabeza , y David . Tanto uno como otro portaban a las espaldas sendos petates de cuero con las viandas y las ropas seleccionadas por las mujeres . Ruth , al igual que Juan , había sido liberada de toda carga . De un cinturón colgaba una mínima bolsa en la que fue depositada una jarrita de vidrio con el extracto de sanícula y una prudencial reserva de paños de lino .
Y este explorador , como si de una maldición se tratara , volvió a responsabilizarse del incómodo pero necesario odre de agua y vinagre . El volumen , de unos veinticuatro log ( alrededor de quince litros ) , era suficiente para satisfacer las necesidades de los seis expedicionarios durante las dos horas escasas que , en principio , nos separaban de la ciudad de Caná .
El paso entre las casuchas , ahora maquilladas en naranja por el amanecer, me sorprendió . El familiar y monótono rigir de la molienda del grano escapaba ya por las puertas entreabiertas . Sin embargo , no se si sujetos por el miedo ola indiferencia , ninguno de los vecinos acertó a salir a nuestro encuentro. Nadie tuvo el coraje de asomarse . Por supuesto , aunque no llegué a decubrir un solo rostro en la penumbra de las ventanas y cancelas , sabía que la precipitada salida de María y su gente estaba siendo espiada .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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