Y mientras Ruth atendía a la Señora , aprovechando el descanso para aplicarle nuevas compresas , Juan , apremiado por la sed , no tuvo más remedio que dirigirse a este explorador , reclamando el odre de agua con un timbre agrío que - a juzgar por las expresiones de mis compañeros - no agrado a nadie .
Atendí su reclamación , pero , al liberar el pellejo que colgaba de mi hombro , observé desolado cómo la casi totalidad del contenido había desaparecido . Examiné el pasador de madera que debería haber cerrado la embocadura , comprobando que se hallaba suelto. Y supuse que el cierre podía haber saltado en alguno de los tropiezos , mientras descendíamos hacia Ein Mahil .
Santiago y David , atentos a mis movimientos , supieron reaccionar caballerosamente . Y tratando de sosegarme , argumentado que << aquello podía ocurrirle a cualquiera >> . Además , nos encontrabamos a un kilómetro escasodel caudaloso manantial que abastecía a Caná .
Y contrariado por tan imperdonable torpeza , me apresuré a cortar el hilo de agua que escapaba ante mis atónitos ojos .
- ¡ Maldito idólatra !...
No alcancé siquiera a tocar la boquilla . El Zebedeo , en un arrebato de cólera , arrancó de entre mis manos la exhausta piel de cabra , descargando el veneno que acumulaba .
- ¡ Sólo has traído la desgracia a esta familia !
Santiago se apresuró a interponerse . Pero , a pesar de sus sensatas y pacificadoras palabras , el odio del discípulo reptaba ya como una cobra . Y asistimos boquiabiertos - yo más que el resto - a un ataque brutal y desproporcionado .
Juan , fuera de sí , con las arterias del cuello envaradas y relampagueando violencia por los ojos , se empinaba una y otra vez sobre las puntas de las sandalias ,arrojando por encima de los hombros de Santiago toda suerte de improperios contra aquel << pagano , hijo de la abominación >>.
El jefe de la familia hacía desesperados esfuerzos por sujetarle , abrazando con ímpetu aquel manojo de nervios . Pero el Zebedeo , dispuesto a soltar el lastre que le consumía , tomando mi forzoso silencio como un desprecio , remató las injurias con una interrogante que me pilló desprevenido y que oscureció aún más los semblantes de los descompuestos y avergonzados testigos .
- ¿ Es que crees que la daga y tu sucia bolsa en la puerta no son la prueba de lo que afirmo ?...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Atendí su reclamación , pero , al liberar el pellejo que colgaba de mi hombro , observé desolado cómo la casi totalidad del contenido había desaparecido . Examiné el pasador de madera que debería haber cerrado la embocadura , comprobando que se hallaba suelto. Y supuse que el cierre podía haber saltado en alguno de los tropiezos , mientras descendíamos hacia Ein Mahil .
Santiago y David , atentos a mis movimientos , supieron reaccionar caballerosamente . Y tratando de sosegarme , argumentado que << aquello podía ocurrirle a cualquiera >> . Además , nos encontrabamos a un kilómetro escasodel caudaloso manantial que abastecía a Caná .
Y contrariado por tan imperdonable torpeza , me apresuré a cortar el hilo de agua que escapaba ante mis atónitos ojos .
- ¡ Maldito idólatra !...
No alcancé siquiera a tocar la boquilla . El Zebedeo , en un arrebato de cólera , arrancó de entre mis manos la exhausta piel de cabra , descargando el veneno que acumulaba .
- ¡ Sólo has traído la desgracia a esta familia !
Santiago se apresuró a interponerse . Pero , a pesar de sus sensatas y pacificadoras palabras , el odio del discípulo reptaba ya como una cobra . Y asistimos boquiabiertos - yo más que el resto - a un ataque brutal y desproporcionado .
Juan , fuera de sí , con las arterias del cuello envaradas y relampagueando violencia por los ojos , se empinaba una y otra vez sobre las puntas de las sandalias ,arrojando por encima de los hombros de Santiago toda suerte de improperios contra aquel << pagano , hijo de la abominación >>.
El jefe de la familia hacía desesperados esfuerzos por sujetarle , abrazando con ímpetu aquel manojo de nervios . Pero el Zebedeo , dispuesto a soltar el lastre que le consumía , tomando mi forzoso silencio como un desprecio , remató las injurias con una interrogante que me pilló desprevenido y que oscureció aún más los semblantes de los descompuestos y avergonzados testigos .
- ¿ Es que crees que la daga y tu sucia bolsa en la puerta no son la prueba de lo que afirmo ?...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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