Este explorador era el único que caminaba hacia el norte . Y percibí igualmente entre los judíos y gentiles que se cruzaban con quien esto escribe no aparecía un solo animal . Las acostumbradas cuerdas de asnos o bueyes y los rebaños de cabras y ovejas desaparecieron . Aquellos individuos circulaban con prisas . Y hablaban y discutían sobre un tema que me resultó familiar : las << rocas >> , las << lluvias >> y un << castigo divino >>.
15,30 horas .
A cosa de dos kilómetros y medio de Tiberíades , al dejar atrás un suave recodo , fui a toparme de pronto con la explicación a cuanto venía oyendo desde que divisara el yam . Y atónito continué avanzando lentamente .
La vía se hallaba cortada por un desprendimiento . Los cuatro metros y medio de calzada habían sido invadidos por varias toneladas de piedras y tierra procedentes del gran cortado rocoso que se alzaba a mi izquierda . Y entendí las alusiones a las lluvias . La reciente tormenta , padecida por este explorador en Nazaret , tenía que ser la responsable del desastre . Las frecuentes y feroces torrenteras , casi con seguridad , fueron las encargadas de lavar y remover las cumbres del Arbel , provocando la avalancha . Aquel tipo de fenómenos - realmente peligrosos - se daba habitualmente en la época de lluvias y en especial en las regiones desérticas de Judá y del mar Muerto.
Examiné la situación . La cubierta de losas de la calzada aparecía materialmente cegado por las rocas . No se apreciaba un solo hueco por el que poder cruzar . En el centro de la vía descansaba la piedra más voluminosa , de unos dos metros de altura y ocupando prácticamente la casi totalidad del ancho de la ruta . A derecha e izquierda de esta gran mole , otros peñascos de menor proporción clausuraban el resto de la carretera . Como digo , el camino no ofrecía muchas alternativas . Descender por el talud , sumergirse en las aguas y trepar de nuevo era viable pero sumamente incómodo . Sólo quedaba una solución : encaramarse a las rocas situadas a los costados de la piedra central y saltar . Y eso fue lo que hicieron muchos de los viajeros que se dirigían a Tiberíades . Y eso fue lo que hizo quien esto escribe .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
15,30 horas .
A cosa de dos kilómetros y medio de Tiberíades , al dejar atrás un suave recodo , fui a toparme de pronto con la explicación a cuanto venía oyendo desde que divisara el yam . Y atónito continué avanzando lentamente .
La vía se hallaba cortada por un desprendimiento . Los cuatro metros y medio de calzada habían sido invadidos por varias toneladas de piedras y tierra procedentes del gran cortado rocoso que se alzaba a mi izquierda . Y entendí las alusiones a las lluvias . La reciente tormenta , padecida por este explorador en Nazaret , tenía que ser la responsable del desastre . Las frecuentes y feroces torrenteras , casi con seguridad , fueron las encargadas de lavar y remover las cumbres del Arbel , provocando la avalancha . Aquel tipo de fenómenos - realmente peligrosos - se daba habitualmente en la época de lluvias y en especial en las regiones desérticas de Judá y del mar Muerto.
Examiné la situación . La cubierta de losas de la calzada aparecía materialmente cegado por las rocas . No se apreciaba un solo hueco por el que poder cruzar . En el centro de la vía descansaba la piedra más voluminosa , de unos dos metros de altura y ocupando prácticamente la casi totalidad del ancho de la ruta . A derecha e izquierda de esta gran mole , otros peñascos de menor proporción clausuraban el resto de la carretera . Como digo , el camino no ofrecía muchas alternativas . Descender por el talud , sumergirse en las aguas y trepar de nuevo era viable pero sumamente incómodo . Sólo quedaba una solución : encaramarse a las rocas situadas a los costados de la piedra central y saltar . Y eso fue lo que hicieron muchos de los viajeros que se dirigían a Tiberíades . Y eso fue lo que hizo quien esto escribe .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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